Escritor Manuel Rivas: "Es muy ilustrativo que la diosa de la memoria, Mnemosine, sea la diosa más fecunda. Por razones de negacionismo político, la palabra memoria acabó teniendo unas connotaciones casi subversivas, algo sumamente ridículo. Somos lo que recordamos, pero también somos lo que olvidamos."
Hijos de la memoria, hijos del olvido. Siempre en la frontera de la difícil elección. Campo de la discordia. Si bien esa partida entre pulsiones opuestas recorre nuestra vida con amarga indecisión, proporciona sus compensaciones. Tal vez las únicas que indican un camino que merece la pena. Insiste Rivas: "La madre de las Musas, Mnemosine, es la diosa más fecunda, lo que significa que la música, la danza, la literatura se nutren de la memoria, una memoria fermentada por la imaginación, que es lo que permite que la boca de la literatura, necesaria en estos tiempos de sustracción de palabras, pueda atravesar lo que los arqueólogos denominan la línea de lo inaccesible."
Tal fue el origen de las artes, tal su desarrollo por milenios. ¿Seguirá siendo la memoria aquella llamarada que dé sentido y razón a la existencia? ¿Basta la literatura para ocupar el espacio del que nos roban la expresión? Incierto futuro inmediato por el que el escritor apuesta de este modo: "Siempre podemos ir un poco más allá. La historia también es aquello que contamos sobre la historia. Entonces ese miedo a la memoria, ese miedo a la historia, en el fondo es un miedo a la imaginación, a la creación, a atravesar límites."
¿Estamos a tiempo de conjurar el miedo y tomar el timón de la imaginación? ¿Se ha extendido ya ese pavor? El sotobosque arde. No sabemos si prenderá nuestros bosques o si los hombres se habrán convertido en nuevos Prometeos que sepan reconducir el fuego.
Hijos de la memoria, hijos del olvido. Siempre en la frontera de la difícil elección. Campo de la discordia. Si bien esa partida entre pulsiones opuestas recorre nuestra vida con amarga indecisión, proporciona sus compensaciones. Tal vez las únicas que indican un camino que merece la pena. Insiste Rivas: "La madre de las Musas, Mnemosine, es la diosa más fecunda, lo que significa que la música, la danza, la literatura se nutren de la memoria, una memoria fermentada por la imaginación, que es lo que permite que la boca de la literatura, necesaria en estos tiempos de sustracción de palabras, pueda atravesar lo que los arqueólogos denominan la línea de lo inaccesible."
Tal fue el origen de las artes, tal su desarrollo por milenios. ¿Seguirá siendo la memoria aquella llamarada que dé sentido y razón a la existencia? ¿Basta la literatura para ocupar el espacio del que nos roban la expresión? Incierto futuro inmediato por el que el escritor apuesta de este modo: "Siempre podemos ir un poco más allá. La historia también es aquello que contamos sobre la historia. Entonces ese miedo a la memoria, ese miedo a la historia, en el fondo es un miedo a la imaginación, a la creación, a atravesar límites."
¿Estamos a tiempo de conjurar el miedo y tomar el timón de la imaginación? ¿Se ha extendido ya ese pavor? El sotobosque arde. No sabemos si prenderá nuestros bosques o si los hombres se habrán convertido en nuevos Prometeos que sepan reconducir el fuego.