Leer o no leer poesía. He ahí la cuestión. ¿Buena o mala? Ah, eso ya es harina de otro costal. Narra Cervantes que al licenciado Vidriera "le preguntó un estudiante si era poeta, porque le parecía que tenía ingenio para todo.
A lo cual respondió: Hasta ahora no he sido tan necio ni tan venturoso.
-No entiendo eso de necio y venturoso -dijo el estudiante.
Y respondió Vidriera:
-No he sido tan necio que diese en poeta malo, ni tan venturoso que haya merecido serlo bueno.
Preguntóle otro estudiante que en qué estimación tenía a los poetas. Respondió que a la ciencia, en mucha; pero que a los poetas, en ninguna. Replicáronle que por qué decía aquello. Respondió que del infinito número de poetas que había, eran tan pocos los buenos, que casi no hacían número; y así, como si no hubiese poetas, no los estimaba; pero que admiraba y reverenciaba la ciencia de la poesía porque encerraba en sí todas las demás ciencias: porque de todas se sirve, de todas se adorna, y pule y saca a luz sus maravillosas obras, con que llena el mundo de provecho, de deleite y de maravilla". No sé qué habrá de autocrítica en las propias palabras que Cervantes pone por boca del licenciado, pues el autor no fue nunca celebrado ni en su tiempo ni en la posteridad tanto por su poesía como por su prosa.
Incidiendo en el mismo asunto de la poesía y los poetas, un poco más adelante, en la misma novela, Cervantes escribe un texto pletórico de sarcasmo y humorada. "Otra vez le preguntaron qué era la causa de que los poetas, por la mayor parte, eran pobres. Respondió que porque ellos querían, pues estaba en su mano ser ricos, si se sabían aprovechar de la ocasión que por momentos traían entre las manos, que eran las de sus damas, que todas eran riquísimas en estremo, pues tenían los cabellos de oro, la frente de plata bruñida, los ojos de verdes esmeraldas, los dientes de marfil, los labios de coral y la garganta de cristal transparente, y que lo que lloraban eran líquidas perlas; y más, que lo que sus plantas pisaban, por dura y estéril tierra que fuese, al momento producía jazmines y rosas; y que su aliento era de puro ámbar, almizcle y algalia; y que todas estas cosas eran señales y muestras de su mucha riqueza. Estas y otras cosas decía de los malos poetas, que de los buenos siempre dijo bien y los levantó sobre el cuerno de la luna". Como crítico literario Don Miguel no tenía precio. Eso era escribir. Aprovechando el tirón del año cervantino recomiendo leer El licenciado Vidriera. Es una novela breve, una novela ingeniosa, donde se pone el dedo en la llaga de los personajes de la comedia hispana. Luego, si gusta, hay varias ejemplares más pendientes de hincar el diente. Y ninguna va a la zaga entre ellas.
Ilustración de una edición de 1866 de El licenciado Vidriera