20.10.18

La soledad buscada de Michel de Montaigne




















Monsieur Michel Eyquem de Montaigne en sus espléndidos y vigorosos Ensayos: "Debemos reservarnos una trastienda del todo nuestra, del todo libre, donde fijar nuestra verdadera libertad y hasta nuestro principal retiro y soledad". ¿Simple desconexión y huida? Tal vez búsqueda, encuentro y aceptación del Yo. Continua Montaigne: "En ella debemos mantener nuestra habitual conversación con nosotros mismos, y tan privada que no tenga cabida ninguna relación o comunicación con cosa ajena; discurrir y reír como si no tuviésemos mujer, hijos ni bienes, ni séquito ni criados, para que, cuando llegue la hora de perderlos, no nos resulte nuevo arreglárnoslas sin ellos". Dejando de lado que el escritor y pensador era pudiente, y que a la hora de las pérdidas tal vez padece más el que más tiene, su reflexión es válida para todo individuo, género y condición social. En tiempos como los que vivimos en que nos acosan el estrés y la ansiedad, y nos perturbamos y confundimos con facilidad, haciendo pagar a otros los desequilibrios que se han podido generar dentro de nosotros, esta clase de pensamientos de Montaigne de hace casi cuatrocientos cincuenta años nos viene de perillas. 

Remata el autor: "Poseemos un alma que puede replegarse en sí misma; puede hacerse compañía, tiene con qué atacar y con qué defender, con qué recibir y con qué dar. No temamos en esta soledad, pudrirnos en el tedio del ocio". Naturalmente, la soledad elegida y circunstancial no es aquella otra del abandono. Y el mismo Montaigne en otras ocasiones atacaba precisamente la monotonía, el ocio, la indolencia. Acaso percepciones diferentes que tenía él y tenemos todos, ese ir y venir de la aproximación al apartamiento, de un volcarnos en los demás al retraimiento en nosotros mismos. Porque Montaigne podría vivir en un castillo, pero no vivía encastillado. Sus Ensayos son la prueba no solo del conocimiento que poseía, sino de la capacidad, la dimensión y el fruto de sus reflexiones, tan concluyentes como válidas en nuestros días.

Vivimos conectados por un lado y nos refugiamos por otro en nuestro particular horno de ideas y reflexiones donde nuestros Yo hablan de tú a tú y no se mienten. Se impone vivir con más lentitud, crearnos márgenes, buscar refugios como modo de hacer frente al desgaste de un tipo de vida veloz. Sin que todo ello implique perder el contacto, desinteresarnos de las decisiones colectivas, porque si nos gusta aprovecharnos de lo positivo que nos otorga el hecho de vivir en sociedad también nos vemos obligados a cumplir con ella. Intercambio. Distíngase del mercado. 



















12.10.18

Ser y nada, de Julius Bahnsen a Josep Maria Esquirol


















Filósofo Julius Bahnsen, discípulo de Schopenhauer: "El hombre no es sino una nada autoconsciente". Leído así estremece la frase, como si se tratara de una descarga eléctrica. Pero, ¿nos habíamos creído los seres humanos que somos algo? Nos lo creemos, tal vez, cuando nos identificamos con los objetos, llámense entorno familiar, trabajo, propiedades o medios varios que hace que nos mantengamos. Los sentimientos, los afectos, los vínculos múltiples se cosifican para convencernos de que somos algo. Ni el pensamiento ni las ideas ni las teorías desarrolladas se libran de su parte alienante. ¿Dónde queda entonces la conciencia? Acaso en la autocomplacencia, en el apoyo y justificación de todo lo cosificado que nos une con el mundo. Y ese algo, curiosamente, nos reduce, porque somos seres cambiantes y en lo más íntimo lo percibimos, somos nadas móviles en busca de un algo circunstancial y efímero, que nunca será eterno pero con lo que debemos responder al aliento vital, a la dosis de autoconsciencia que hemos desarrollado desde la bajada del árbol del primate que nos antecedió. Otro filósofo y ensayista, Josep Maria Esquirol dice en La resistencia íntima: "En castellano, nada viene del latín nulla res nata, es decir 'ninguna cosa nacida'. Que las curiosas sendas de las palabras hayan hecho que en este caso se tomara solo el nata para mencionar la idea en su conjunto nos invita a preguntarnos si todo lo nacido lleva consigo el no ser constitutivo que poco a poco le va consumiendo desde el primer día hasta el final". Neurobiólogos dicen que el individuo empieza a morir desde al poco de nacer. Idea semi metafórica, medio eufemística y no del todo descaminada. Tal vez la muerte sea la adherencia natural que nos acompaña toda la vida -no obstante los ciclos que vamos recorriendo a medida que avanzamos en edad-  y que solo llega a su cumplimiento definitivo con la última pérdida de oxigenación.
















4.10.18

La conciencia clara de Marta Sanz sobre la maternidad




















"Yo no he sido madre porque no me ha dado la gana". Escritora Marta Sanz. Más claro, agua. El mundo, parafraseando el himno, ha cambiado de base. Esa es una de las revoluciones más importantes de nuestro tiempo. De todos los tiempos, civilizaciones y culturas. La mujer que quiere ser mujer, no ama de casa obligada, ni esposa obligadamente amante y fiel, ni mera mamá solícita, muchas veces también obligada, ni empleada de segunda, ni...¿Que Marta Sanz es una privilegiada porque lo tiene claro? Bendito privilegio el de quien se sostiene de su esfuerzo, de sus personales objetivos y de la elección más libre posible de su forma de vivir.

Dice más la escritora: "Hasta no hace mucho, maternidad y cuidados eran temas de revistas que te enseñaban a hacer un punto del derecho y otro del revés. Ser una madre formaba parte de esa generosidad doméstica que nunca se remuneró porque se vinculaba con la naturaleza y los deseos femeninos: la pulsión biológica perpetúa la especie y, en ese afán, convierte la cueva en un lugar confortable. La invención de arado motivó que los trabajos se redistribuyeran, ya que las recolectoras no disponían de fuerza suficiente para su manejo. Las mujeres colonizan la intimidad. En ese contexto, la maternidad es objeto de estudios antropológicos, económicos y culturales: el ecofeminismo cuestiona la avalancha de madres que hacen de la experiencia materna el centro de su vida, mientras que divulgadores reaccionarios hablan de mujeres frustradas por haber perdido su oportunidad biológica". Claro que ¿a todas las mujeres les puede dar la gana como a ella, no solo de no asumir la maternidad sino de vivir fuera de las sujeciones? "La libertad de las opciones libres según se mire y para quién", apuntilla.




Fotografía de Ricardo Fernández Otazo


1.10.18

El peligro de que los historiadores se marginen del debate público. Gonzalo Pontón




















Gonzalo Pontón, historiador y ensayista, en Babelia: "Pienso en la responsabilidad de los historiadores". Casualmente es un pensamiento que me acecha también con frecuencia. Puesto que la sociedad no se entiende fácilmente -es plural y hay tantos planos culturales como de intereses en su seno- recurro a quien nos podría explicar los aconteceres de la Historia. Continúa Pontón: " Su honestidad profesional y su metodología científica los obliga a verificar y falsar sus hipótesis de trabajo antes de presentar sus conclusiones. Y su disciplina los fuerza a ser sumamente críticos ante los usos y abusos de la historia. ¿Por qué, entonces, esos científicos sociales permiten que la irracionalidad, la mentira recalentada, la falsedad y el cinismo se hayan apoderado de una consciencia ciudadana machacada por la propaganda política de casi todos los colores, donde 'lo limpio es sucio y lo sucio limpio, pero lo sucio es útil y lo limpio no' (J. M. Keynes)? ¿Por qué no denuncian las manipulaciones de los políticos para conseguir que las gentes voten como autómatas, si saben que la política 'es el hábitat natural de los estafadores, los fulleros y los sinvergüenzas' (J. K. Galbraith)? ¿Por qué enmudecen cuando periodistas de fortuna, publicistas mercenarios y tertulianos a granel sostienen en los medios mentiras mil veces debeladas por ellos en sus propios textos? Así hemos llegado a que aparezcan en los medios individuos ignaros afirmando enfáticamente que Franco nunca mató a nadie".

Tantas preguntas que él y muchos nos hacemos. Nadie como los historiadores tienen a su alcance los datos, métodos, ubicación laboral y capacidad de analizar y comparar factores de la compleja vida del país como lo tienen ellos. Pero siguen sucediendo cosas, en la sociedad actual se sigue ignorando lo que hubo, se montan explicaciones, que no interpretaciones, míticas o de justificación interesada, la enseñanza no está a la altura de la verdad y la conclusión es que las nuevas generaciones saben lo mismo o menos que las de sus padres o abuelos. Al menos estas tenían testimonios más o menos directos e inmediatos y se debatía con ellos en la mano.

La perplejidad que algunos tenemos la participa también Gonzalo Pontón: "No soy ningún ingenuo; soy, ya, viejo. Y conozco bien el descrédito de la cultura y el ningún caso que una sociedad filistea hace a los científicos sociales, que no tienen otro poder que el de sus saberes. Pero si los historiadores se marginan del debate público, si no se sumergen en la sociedad, fajándose en ella, si no tienen nada que decir a los hombres y mujeres de hoy, si no pueden ayudarlos en sus angustias y en sus esperanzas, entonces ¿de qué vale su ciencia?"

He ahí la clave. No basta con la investigación de gabinete y puertas adentro, cuyo fin es realizar algunas tesis, publicar algunos libros y que queden en los anaqueles de las bibliotecas que apenas manejará nadie. O los saberes se traducen en divulgación honesta y a su vez esta desemboca en debate y conocimiento amplio entre los miembros de la sociedad o se podrá decir que prospectar la Historia que nos atañe a todos no sirve para nada. Los historiadores deberían mojarse más en el espacio del debate público, para ayudar a hacer país y menos circo, mediático o partidista. Mientras, hay una parálisis -salvo honrosas y varias excepciones- de llevar el conocimiento del pasado y su repercusión en el presente a la sociedad, hay una dejación de la participación de los historiadores entre los políticos y los mass media, y lo que cunden son los profetas, los constructores de mitos, los eternos adulteradores del pasado en aras a su propio beneficio actual, en fin, los inventores de cuentos (León Felipe protestaba poéticamente: 'Me sé todos los cuentos'). Y ellos, esa gente que fomenta confusión, enfrentamiento y parcelas de poder para ellos mismos, sí que influyen. Y hay que ver cómo y con qué riesgos para todos.