29.11.23

El dinero, en opinión de Ambrose Bierce

 
























De aquel gringo viejo -calificativo de la invención literaria del escritor Carlos Fuentes- me gustó casi todo. Sus cuentos de soldados y bandidos y sus historias fantásticas, pero sobre todo su Diccionario del diablo. Título este tan apropiado como paradigmático para calificar irónicamente, en una especie de doble y particular interpretación, una serie de comportamientos, ideas, instituciones o fenómenos del quehacer y acontecer humanos. Fue una ocurrencia reflexiva y literaria de Ambrose Bierce (Meigs, Ohio, 1842 - Chihuahua. México, ?)

Mi manía por tener a mano tal Diccionario, para abrirlo buscando una versión díscola, no tanto de exactitud conceptual sino de percepción no menos conceptual, hace que se haya convertido en una especie de medicina cínica para cualquier instante en que me ronde el desánimo. Y hoy, por ejemplo abro el libro por la letra D y me topo con Dinero:

Dinero, s. Bien que no nos sirve de nada hasta que nos separamos de él. Indicio de cultura y pasaporte para una sociedad elegante. Posesión soportable.

Otra traducción traduce bendición en lugar de bien, pero son matices que se complementan. Disponer de un bien es siempre una bendición, aunque no necesariamente del cielo si bien puede que sí sea una trampa del infierno. Quédese cada cual pensando si Bierce, aquel gringo de apasionante y apasionada existencia, pletórica de incidentes. y que desapareció en un México insurgente, iba descaminado cuando propone tres significados de dinero. Definiciones cómplices y colaboradoras como cualquier órgano del cuerpo para la salud del individuo humano.

Por cierto, Carlos Fuentes al explicar la génesis de su novela Gringo viejo cuenta: "En 1913, el escritor norteamericano Ambrose Bierce, misántropo, periodista de la cadena Hearst y autor de hermosos cuentos sobre la Guerra de Secesión, se despidió de sus amigos con algunas cartas en las que, desmintiendo su reconocido vigor, se declaraba viejo y cansado. Sin embargo, en todas ellas se reservaba el derecho de escoger su manera de morir. La enfermedad y el accidente -por ejemplo, caerse por una escalera- le parecían indignos de él. En cambio, ser ajusticiado ante un paredón mexicano...'Ah -escribió en su última carta-, ser un gringo en México: eso es eutanasia.' Entró en México en noviembre y no se volvió a saber de él." 

¿No es esa expresión de Bierce en su última carta acerca de la búsqueda de la muerte propia y digna de su Diccionario del diablo?









23.11.23

Lo que decía Ricardo de Bury de los libros en su Filobiblión

 










"En los libros veo a los muertos como si estuvieran vivos; en los libros preveo el futuro; en los libros se disponen las cosas de la guerra; de los libros proceden los derechos de la paz". Lo escribe Ricardo de Bury (1287-1345) en su obra Filobiblión. Un tratado tan amoroso como preciso sobre el valor y uso de los libros escrito en 1334. ¿Cómo llevarle la contraria? ¿No seguimos viendo hoy en los libros a muertos como vivos y a vivos como muertos? ¿No nos hablan del pasado, también del presente y arriesgando una visión del futuro? ¿No insisten constantemente en las relaciones humanas que no solo se deslizan entre amor y muerte sino entre conflicto y pacificación?

Continua De Bury: "Todo se corrompe y consume con el tiempo: Saturno no cesa de devorar cuanto engendra, de tal manera que el olvido caería sobre la gloria del mundo si Dios no hubiera concedido a los mortales el remedio de los libros. Alejandro, el dominador del universo; Julio, el invasor del orbe y de la urbe, que con Marte y con arte consiguió por primera vez concentrar el imperio bajo una sola persona; el fiel Fabricio y el rígido Catón, hoy no serían recordados si faltara el testimonio de los libros". Independientemente de la visión que Ricardo de Bury tenía del mundo y sus personajes célebres siguen en vigor sus observaciones sobre la importancia del soporte libro. Hoy se dirá que ha quedado atrás, que no obsoleto, frente a otros soportes técnicos modernos. Pero el valor de la transmisión escrita refrendó las narraciones orales de la antigüedad más primigenia. Y ese valor permanece; otro tema es si acceden muchos a la lectura provechosa.

Y remata el bibliófilo y obispo de Durham: "Las torres yacen derribadas en tierra, las ciudades han perecido, víctimas del triunfo de la podredumbre. De no ser por los libros ni siquiera el Rey y el Papa gozarían tan fácilmente del privilegio de la perennidad. Un libro acabado ofrece la compensación de que, mientras el libro perdure, el autor goza de la inmortalidad y no puede morir, como atestigua Tolomeo en el prólogo de su Almagesto, 'Quien dio vida a la ciencia -dijo- no está muerto'. ¡Esto pensaba y escribía un hombre culto en pleno siglo XIV! Si lo hubiera dicho cuatro siglos después le llamaríamos ilustrado. Pues bienvenidos todos los ilustrados de siglos pasados de los que algunos en nuestros días quisieran prescindir.











4.11.23

El carteo amoroso, en opinión bien fundada de Ibn Hazm Al-Andalusí

 









"Después, cuando los amantes se entremezclan y confunden, sigue a ellos el carteo amoroso. Pero las cartas, ay, dejan rastros. He podido ver cómo las gentes metidas en estas lides se apresuran a rasgar sus billetes, a disolverlos en agua y a borrar todo vestigio de las letras. Porque ¡cuántos escándalos han venido por culpa de una misiva!". Lo leo en el apartado Sobre el carteo amoroso que aparece en la obra conocida como El collar de la paloma o El collar de la tórtola y la sombra de la nube. Fue escrito por Ibn Hazm Al-Andalusí (Córdoba, 994 - Huelva,1064) ¿Tan antigua es la suerte del intercambio de mensajes entre los amantes? Y mucho más, pero que en ese tiempo ya hablara de ello el filósofo andalusí da idea tanto de los usos amatorios que se llevaban en su siglo como del talento del autor para dejar constancia de ellos y reflejarlos.

Continúa Ibn Hazm su sabrosa información: "Es preciso que el formato de la carta esté dotado de la mayor gracia y que su tenor sea el más saleroso. Pues, por Dios, lo escrito en ocasiones hace de lengua, ya sea por las limitaciones del hombre para expresarse de su voz, ya por apocamiento o reverencia. En efecto, incluso la misma llegada del billete al amado y el hecho de que el amante sepa que aquel cayó en sus manos, y lo va a ver, es una delicia que el amante encuentra maravillosa y que vale por la misma visión de aquel, y el recibir la respuesta del amado y contemplarlas es una alegría que equivale al encuentro. Por ello verás que el enamorado pone la carta sobre sus ojos, sobre su corazón, que la abraza". ¿No es esto que nos traslada el pensador y poeta cordobés algo que permanece hoy en la modernidad? Cámbiese carta o billete por red social o correo electrónico y obsérvese cómo gentes de lugares distantes el planeta se transmiten sus sentimientos y querencias amorosas. Y que además Ibn Hazm sugiera estilo sobre el modo de escritura para estos lances me parece de lo más maravilloso.

Por aportar una anécdota más del filósofo: "Conozco a cierto enamorado que es persona que sabe lo que dice, ducho en la descrípción y que da curso por su lengua a sus interioridades con elocuencia, buen observador y que desmenuza los hechos, y que, con todo ello, no desdeña la correspondencia epistolar, -a pesar de que podría encontrarse con la persona amada a voluntad cerca de casa y de que la tenía a mano para cuando quisiera visitarla-.Cuenta que para él escribir cartas es una suerte de voluptuosidad." Fantástico. ¿Es que expresar la belleza de un sentimiento no es voluptuoso de por sí? ¿No es una complacencia sensual la que se transmite cuando se escribe a la persona amada? Hay verdaderos magos de la escritura que saben acompañar sus pensamientos y deseos con palabras que obran como puentes con la otra persona. Pero todo el mundo puede llevarlo a cabo.

Ibn Hazm Al-Andalusí cuenta más sobre este tema en su capítulo. Sería prolijo reflejarlo aquí. Hay una edición rigurosa de la obra en la Editorial Hiperión. Para audaces.