No dejar las cosas al azar es una expresión muy extendida. Que implica el reconocimiento de ese indefinible estado que nos puede sorprender, por mucho que organicemos nuestros actos. Azar puede significar flaqueza en la previsión o no tomar medidas a tiempo: eso sería dejar el camino expedito a que lo que pretendemos no se logre. Pero incluso en grandes movimientos de la vida personal o colectiva, en actos de envergadura del individuo, de la tribu inmediata o de un Estado, por mucho que se trate de controlar puede haber situaciones inesperadas. O que si se esperaban (¿no se habla tanto hoy de un plan B para cualquier gestión?) podrían desbordar los planes. Y no te cuento lo que ha tenido que suceder en otros tiempos. Leo en una entrevista de El País al reputado historiador británico Antony Beevor: "La historia puede ser engañosa cuando miramos hacia atrás. A menudo, esto anima a pensar que todos los eventos tuvieron que salir como salieron. El éxito de la invasión a través del canal el 6 de junio parece inevitable debido a la superioridad militar de los aliados. Pero el azar jugó un papel muy importante. Un número de oficiales de alto rango esperaba un desastre. La meteorología era crucial. El general Eisenhower se enfrentó a una decisión muy difícil. Si hubiera tomado la decisión equivocada sobre si se debía o no confiar en las estimaciones de los meteorólogos, que le informaron de que iba a haber una breve pausa en el mal tiempo el 6 de junio, y hubiese retrasado la invasión dos semanas, entonces la flota aliada se hubiese enfrentado a la peor tormenta conocida en el Canal durante 40 años. Si se llega a posponer la invasión por segunda vez, esto habría dañado gravemente la moral y casi seguramente revelado el objetivo a los alemanes." ¿Acaso esta criterio significa que el historiador es un fiel creyente del azar? Probablemente, no, pero como buen analista sabe que los agujeros existen en las previsiones de los actos de los hombres y que, incluso con una dotación de técnica y de fuerza no existente antes, puede introducirse un elemento incontrolable y tirarlo todo por los suelos. A mí me hace meditar sobre los límites de la especie y del espécimen.
Arriba: fotografía de Robert Capa