"¿Nos cansaremos de amar
cuando nos cansemos de vivir?"
Pocas veces los versos de comienzo de una poesía le hacen a uno detenerse un instante y repasar lo vivido. Estos mismos podrían haber sido epílogo de un poema, pero son el principio. Incluso podría ser un poema entero en sólo dos líneas, ¿por qué no? Admiro las poesías que son preguntas directas, o que las llevan implícitas, aunque luego deriven en aseveraciones más categóricas. Cae en mis manos una edición del libro de poemas Sed, de César Muñoz Arconada, fechado nada menos que en 1922, y me aturde su fe juvenil en el Eros. Me hacen pensar esos versos: un joven de hace casi un siglo se pregunta y me pregunta y, hace que me interrogue sobre uno de los componentes del ser y de la vida. Hoy presenciamos que mucha gente dice no estar cansada de vivir, pero observamos que ya no sabe amar (el tedio es el rasgo más definitorio del no amor) cuando no proclama abiertamente que ya no cree en el amor. ¿Acaso por aquello de que la barca del amor se estrella contra la vida cotidiana, que decía el gran Maiacovski? Me asombra la letra fogosa, enamoradiza y de tajantes arrebatos que encuentro en Sed. Pero también sólida, medida y rompedora. ¿Quién se acuerda de César Muñoz Arconada, aquel poeta palentino, vanguardista en todos los sentidos, que apostaba por el amor desde el reflejo sus palabras? Los poetas jóvenes de nuestros días deberían descubrirlo.
SOBREVIVIR
"¿Nos cansaremos de amar
cuando nos cansemos de vivir?
Para nosotros es igual
amar,
vivir;
pero todo tiene su declinación
como la vida y
también como
el amor.
Lo triste no es declinar
definitivamente;
al fin
la muerte es rectificación de errores;
lo triste es sobrevivir
a nuestra emociones;
¿qué será de mi rara
sed de amor,
entonces?"