20.5.14

François Cheng y la bondad humana














Filósofo François Cheng en Cinco meditaciones sobre la belleza: "La bondad no se valora hoy en día." Sensación que flota en el ambiente. Virtud, y también efecto beneficioso, a reconquistar. ¿Acaso ha desaparecido? Cheng: "Mal entendida, se ve reducida a algo que molesta por su aspecto bonachón o sosaina." En un mundo de chulos, violentos, competidores, tontos y soberbios se desvaloriza todo aquello que expresa, por naturaleza, buenas intenciones. Continúa el pensador: "Dada nuestra condición de condenados de la tierra, habitados como estamos por el sufrimiento, el espanto, la monotonía de la fealdad cotidiana y los deseos constantemente desviados, preferimos exaltar, en lo que se refiere a la belleza, lo más perverso, lo más dramático." Pero ¿es que acaso lo que suscita necedad o está impregnado por la maldad puede ser hermoso? "El pesimismo, incluso el cinismo, están bien vistos; halagan más eficazmente nuestras necesidades de irrisión y de rebelión. Sin embargo, hay que tener el valor de volver a la bondad, la verdadera." 

Uno sospecha que la clase de bondad que Cheng reivindica no es el sentimentalismo rosa, ni la bonhomía de la camaradería de bar, ni la exaltación de lo ingenuo por lo ingenuo. Tiene que haber algo más que defina la bondad. Y Cheng apunta: "Es exigencia misma, exigencia de justicia, de dignidad, de generosidad, de responsabilidad, de elevación hacia la pasión espiritual. Puesto que la vida humana está sembrada de adversidades, corroída por el mal, la generosidad exige compromisos cada vez más profundos; así, profundiza también su propia naturaleza y genera virtudes variadas como la simpatía, la empatía, la solidaridad, la compasión, la conmiseración, la misericordia." ¿Demasiadas propuestas? Reclamadas como una secuencia activa, cuyo orden es lo de menos, desmontan el etéreo sistema de vida de los ciudadanos del consumo. Pero no se trata de ser bondadoso para exhibirse y ser contemplado como parte de todo lo que hoy día se diluye, sino más bien como elemento de conocimiento interior y de forja de vínculos que reconquisten un sentido más personal de la vida social. Cheng: "Todas esas virtudes implican un don de uno mismo, y el don de uno mismo tiene el don de recordarnos, una vez más, que el advenimiento del universo y de la vida es un don inmenso. Ese don que cumple su promesa y que no  traiciona es en sí una ética."

De alguna manera, es volver al principio: reconocernos en la fortuna del existir, en que estamos aquí porque la naturaleza plural ha querido y sigue queriendo, no obstante nuestro maltrato. Tanta violencia, degradación y actitud vital del sálvese quien pueda ¿no estarán motivadas por la pérdida de la referencia principal? La de que somo hijos del don.