4.7.13

Los obituarios














Soy adicto a la página de obituarios de un periódico de tirada no solo nacional sino, como sus propietarios dicen, global. El término obituario me atrae más que el de necrología. Probablemente porque del segundo se había abusado y ya nos sonaba mal. Óbito es más novedoso que muerte. No sé si por ser esdrújulo y sonar más elegante, o por haberse pronunciado menos. El óbito es un acontecimiento a aceptar, que no a desear, quede claro. Pero no soy adicto a los obituarios por morbosidad, sino por los descubrimientos que nos aportan. A través de ellos me entero que aún existían hasta ayer princesas o reinas en exilios de oro, científicos importantes cuyos nombres y aportaciones  no conocíamos el público, teólogos musulmanes de la liberación como acaece con sus colegas católicos de semejante onda, deportistas desterrados de los periódicos desde que no ganaron etapas ciclistas o marcaron más goles, valerosos exbrigadistas de guerras perdidas, artistas de cine cuya imagen eterniza el celuloide y hasta cierto punto nuestra memoria pero que se han ido pobres, decrépitos e ignorados, dictadores que habían vivido ocultos pero con su calidad de vida consentida...En fin, los obituarios constituyen esa especie de galería de personajes del zoo humano que han habitado durante sus últimos años el silencio. Como aquel caballero mercenario que forzó a cierto rey castellano a una jura perjura, muchos desterrados al olvido ganan su última batalla tras el fallecimiento. En el campo de batalla de los obituarios.