Esta noche Antonio Machado, que es para mí un poeta perpetuamente presente, y un maestro, no solo literario sino de pensamiento total, y sobre todo ético, me deja caer de pronto uno de sus breves poemas de Galerías, el LXXXIX:
"Y podrás conocerte recordando
del pasado soñar los turbios lienzos,
en este día triste en que caminas
con los ojos abiertos.
De toda la memoria, sólo vale
el don preclaro de evocar los sueños."
Nos persigue lo irrealizado, pero nos reafirma también. Lo que no fue, pero deseamos en su día, los anhelos que se apagaron una vez finalizó su tiempo preciso, la felicidad impura -nunca existe un estado completo ni libre de interferencias en la percepción de lo que nos parece felicidad- que nunca más volverá. Aquel mundo es el espacio de las posibilidades, que unas veces se materializa en actos logrados, otras en malogrados, otras en quedarse a medias. Y qué. Las posibilidades son un testigo que vamos tomando dentro de nosotros, cambiando de mano, de compañeros de viaje, de aspiraciones. De sueños las más de las veces. ¿Quién dijo que los sueños son quimeras y, por lo tanto, algo intangible? Me quedo con su poder de estímulo y su capacidad inmensa e inagotable para mantener los ojos abiertos.
Ilustración de Nunzio Paci