27.9.14

La queja de Chateaubriand

















"El amor se engaña a sí mismo; no te embriagues con él, pues la ebriedad pasa". ¿Alguien es capaz de resistirse a la prueba y decir a tiempo aparta de mi este cáliz? "No vive de poesía, no se alimenta de gloria, al descubrir, todos los días, que el ídolo que se creó pierde algo a sus ojos. Pronto ve los defectos y sólo el tiempo lo vuelve infiel al despojar al objeto que amó de sus encantos. El talento no devuelve lo que el tiempo borra. La gloria no rejuvenece sino nuestro nombre". Más allá de sus recomendaciones, la queja de Chateaubriand a la persona amada en Amor y vejez: "Has despertado el instinto que me atormentó de joven, has renovado mis viejos sufrimientos..." Riesgos del amor, mejor dicho, del enamoramiento, en los años provectos. Aunque, ¿acaso un viejo enamorado es un individuo que no evoluciona? Los habrá que sí, los habrá que no. Vivir no siempre significa digerir la vida, modificar manías, sentimientos, obsesiones. Y menos superar los fantasmas que acompañan velada o descaradamente. "Envejecido en la tierra sin haber perdido nada de sus sueños, de sus locuras, de sus vagas tristezas, siempre en busca de aquello que no puede encontrar y obligado a añadir a sus antiguos males los desengaños de la experiencia, la soledad de los deseos, el hastío del corazón y la desventura de los años", clama en realidad contra sí mismo por más que utilice la referencia del objeto mujer. Uno tiene la percepción de que el hombre vive una orfandad perenne, con o sin compañía. Con lo disimula. Sin desespera. De alguna manera el escritor la mantendría incorporada a las propias Memorias de ultratumba.