"Solo hay progreso en el conocimiento cuando se encuentra lo inesperado." Juan Luis Arsuaga, prehistoriador de Atapuerca. Pasarnos la vida tratando de conocer lo desconocido. Esa es la pasión. ¿Por qué, entonces, insistir tanto en nuestras conductas cotidianas por repetir lo archisabido? ¿Para saber más? Tengo mis dudas. ¿Para retener el conocimiento como si fuera una propiedad intocable? El conocimiento es un territorio sin límites. ¿Para confirmarnos en nuestros avances? Presunción humana que se comprende pero que no debe ser freno. Lo inesperado se ofrece a los audaces. La humanidad se encuentra con sus orígenes a cada paso y no siempre nos damos cuenta. Precisar cómo fueron esos orígenes es una aproximación que gentes como Arsuaga, en esa y otras materias del saber, nos ofrecen. Ahora, penetrando en la interpretación del ADN de los fósiles hallados en el macro complejo de Burgos. Algo ya vamos teniendo claro: que la complejidad de nuestro propio pasado, el pasado de los otros que nos anticiparon para poder estar ahora nosotros aquí (su nombre es lo de menos, es algo convencional), es un despliegue de claves cuyo estímulo nos maravilla. Va siendo hora de que las mentes más sencillas traten de acercarse a una comprensión de la formación humana, plural y con muchas dimensiones. Investigaciones como las de Atapuerca son una buena lección para acabar con el reduccionismo de doctrinas, creencias y esoterismos que oscurecen, mientras la luz sigue abriéndose camino en la larga manifestación de la vida.