18.12.18

El Roto y el niño rebelde en el útero

























El Roto o cuando las imágenes concisas pero precisas de un maestro del lenguaje gráfico y reflexivo valen más que mil discursos. Francisco de Goya se admiraría de haber tenido seguidores dos siglos después.




30.11.18

Paleoantropóloga María Martinón Torres. Servicio y servidumbre del hombre






Paleoantropóloga María Martinón Torres en un artículo aparecido hoy: "Hace 2,5 millones de años la tecnología comenzaba a servir al hombre y hoy nos preguntamos si es el hombre el que depende, servil, de la tecnología". ¿No ha habido siempre algún grado de servidumbre de la tecnología? Sin aquellas primeras herramientas de los antepasados desde hace más de dos millones y pico de años ni ellos ni otros después habrían llegado a nada. Se debían a ellas, pero también las herramientas o armas se debían al esfuerzo por perfeccionarlas. Relación complementaria. Y es que todo perfeccionamiento de una herramienta o de una máquina proporciona una capacidad de transformación. Las manos han sido vitales y en nuestro tiempo, no digo en el futuro, en cierto modo, las manos reducen su capacidad de acción, si no la pierden en muchos casos, para dar paso a máquinas y sistemas informáticos de última generación. Precisa Martinón: "Hay quien dice que el éxito de la humanidad llegó cuando fuimos capaces de independizarnos del medio, una afirmación que a mí me produce sentimientos encontrados. Con las primeras herramientas arrancó la historia de lo que algunos llaman nuestra 'liberación'. Sin embargo, el relato de nuestro éxito como el de la conquista de nuestra independencia del entorno tiene ecos de hijo desagradecido que muerde la mano que le da de comer, que se jacta de esclavizar la tierra que un día le sirvió de cuna. También es verdad que las mismas manos que pueden tallar árboles o clavar puñales pueden plantar flores, tocar el piano o curar heridas. Todas son cosas de humanos, al fin y al cabo". 

Se podría entender que hubo un cierto grado de independencia del medio para caer en nuevas dependencias de otros medios. O de otros recursos, o de otras herramientas. El juego homínido -sea de australopithecus, neandertales o sapiens, o de lo que venga con las nuevas creaciones de variantes de la especie que traiga la biotecnología- siempre será dual. Coincido con la especialista en que, visto en perspectiva, el comportamiento del hijo de aquella naturaleza ha sido un tanto ingrato con la Tierra. Pero es que dual es también el esfuerzo. El desafío de sobrevivir la especie a costa de profundas y no siempre racionales transformaciones de las que no tenemos claro si en el grado de alarma que hemos alcanzado se podrán parar. El lado oscuro y violento y la parte racional y colaboradora del hombre conviven en un difícil equilibrio. ¿Hasta qué punto un rostro se ha impuesto siempre al otro?














28.11.18

Saltar de la moral a la ética. Poeta Chantal Maillard





Poeta y ensayista Chantal Maillard en su artículo El semejante: "Lo que nos importa es tan solo lo que nos concierne". Pero, ¿qué creemos que nos concierne? ¿Nuestro más o menos reducido ámbito, nuestras necesidades personales, nuestras ansias de ganancia? Maillard: "Lo que hoy en día nos pone a salvo de que todo lo que ocurre en el mundo nos concierna es que lo recibimos por los mismos medios y en el mismo recuadro en el que recibimos la ficción". ¿Será, piensa uno, este el punto de la confusión en que vivimos, no distinguir lo real de lo ficticio? La poeta sigue: "Nos pone a salvo el hecho de que las emociones generadas por lo que vemos en la pantalla sean las propias del espectáculo, emociones transformadas por la representación y, por tanto, neutralizadas en cuanto germen de rebeldía. Porque si recibiésemos lo representado no 'en directo', sino directamente, es decir, en presencia viva, el impacto sería de tal magnitud (o al menos eso quiero pensar) que no nos dejaría indiferentes en nuestra diferencia. De repente nos sentiríamos concernidos. De repente el otro, los otros, todo lo otro habría saltado la valla".

El tema planteado nos remite al Yo y al Otro, a nosotros y al prójimo. Y nos sitúa en la cuestión moral: ¿cómo sentirnos concernidos por lo que le pasa al otro sin una cesión de algo de nosotros mismos? Dice Chantal Maillard: "La moral del semejante crea el diferente, aquel del que tenemos que defendernos. Siempre que hay prójimo (hermano, próximo, igual) hay otro y, entre ambos, fronteras que designan y circundan lo propio, y donde hay propiedad hay codicia, y donde hay codicia hay guerra". No lo pongo en duda, pero ¿estamos condenados para siempre a esa espiral que nos persigue desde el principio de las tribus o de las sociedades?  "En un mundo global hemos de pensar en términos ya no de moral, sino de ética, que es algo bien distinto. La moral es un conjunto de costumbres o reglas de convivencia; la ética es un habitar. La primera defiende lo que creemos que nos pertenece; la segunda, cuida el lugar al que todos pertenecemos. Pasar de la moral a la ética implica necesariamente ensanchar el marco de pertenencia. Y esto no puede hacerse de otra manera que entendiendo lo que a todos nos asemeja: el hambre, el miedo, el dolor, la pérdida".

No puedo poner peros a la argumentación de Maillard, y solo se me ocurren preguntas. ¿No llevamos ya demasiados milenios sin resolver la cuestión? ¿Ha avanzado el pensamiento humano hasta el punto de distinguir moral y ética y hacer de esta última una herramienta constructiva para el futuro de la convivencia? ¿Nos vemos incapaces de salir del círculo vicioso de los sofismas que nos mueven entre la piedad y la compasión y solo conducen a justificar nuestro statu quo? ¿Cuántas guerras más o cuántas carencias serán necesarias para entender que lo que concierne en un mundo globalizado debe comprenderse como tal? Chantal Maillard plantea elementos de debate, no solo de opinión, porque como ella afirma en su artículo "ningún debate de opinión conduce a pensar y a actuar correctamente porque la opinión nunca parte de una premisa sopesada y ecuánime. Nada menos ético, por tanto, que un debate de opinión. Y nada más vulnerable y manipulable que un individuo que no sea capaz de pensar con neutralidad sentimental. Y es que sin neutralidad emocional no hay diálogo posible, no hay dialógica, no hay política. Solo combate".



22.11.18

La honesta lucidez de Rodolfo Otero, bailaor














“Yo no soy una persona muy dada a la grandilocuencia. Me encanta la gente que tiene cultura, me encantan los poetas, los literatos, los escritores; me encanta lo que yo haga si lo hago bien, si lo hago mal me detesto. Porque lo más precioso que puede haber en esta vida es estar conforme con uno mismo, sabiendo que lo que hace es de verdad y que no engaña a nadie. Que es muy difícil, porque a la mayoría de la gente le gusta engañar, aparentar, ser… y el que es de verdad no hace falta que lo diga, se le ve”. Rodolfo Otero, bailaor vallisoletano, fallecido a los 86 años el pasado sábado. Hasta hace cuatro días se le veía en la bici por la ciudad. Palabras escuetas, justas, precisas, sinceras las suyas. Yo diría que necesarias. Porque necesitamos escuchar la voz de la sabiduría, que es la de la resistencia, no la de los vendedores de feria ni la de los demagogos a sueldo público. Al pan, pan. La antítesis del ritmo efímero y superficial de nuestro tiempo.

Salud, Rodolfo, y eterno baile.














Rodolfo Otero entre Benito Carracedo, a la derecha, autor del libro Rodolfo Otero: amor por la danza, y Julio Martínez, editor, en la presentación del libro en abril de 2017.





19.11.18

Conquistar el silencio. Julio Llamazares














Escritor Julio Llamazares: "La conquista del silencio debería ser un objetivo político como el de la calidad del aire o la pureza de nuestros mares y ríos". Me apunto a defender ese derecho y a realizar esa conquista. No exige banderas, ni himnos, ni insignias, ni carnés, ni ideología de pensamiento único. Solo buena intención y manos a la obra. Continua Llamazares: "La contaminación acústica que entorpece nuestras conversaciones, no digamos ya nuestro pensamiento, en países como España es cada vez más difícil de soportar, pese a lo cual no parece preocuparles a muchos, a juzgar por los gritos que llenan los establecimientos públicos y los medios de comunicación no escritos".

Uno echa de menos aquellos tiempos en que había infinidad de tertulias y encuentros en cafeterías, o lecturas en soledad,  sin que la música saliera de su segundo plano de acompañamiento. Pero los interiores y los exteriores se fundieron en un universo de ruido donde difícilmente el hombre común tiene escape y relajación. Insiste el escritor leonés: "Entregadas al griterío y el ruido (que en muchos bares y restaurantes la televisión o la música contribuyen a amplificar), la mayoría de las personas están lejos hoy de entender siquiera que el silencio es un derecho de todos como el aire y el agua limpios o como cualquiera de los que figuran en la Constitución de cualquier país". Algunos justifican el ruido como parte de la idiosincrasia, poco menos que sacramental, del español. Mala idiosincrasia la que se basa en la falta de respeto y la consideración hacia el otro.

Da en la clave Llamazares: de objetivo cívico debería pasar a político el compromiso de combatir el ruido y recuperar los silencios del individuo. Pero, ¿quién pone el cascabel al gato si no ponemos todos de nuestra parte para enmendar nuestras negras y enraizadas conductas?




14.11.18

Para qué escribe Francisca Aguirre, poeta














“Escribes para no andar a gritos y para no volverte loca". Francisca Aguirre, reciente Premio Nacional de las Letras. Suficiente y saludable argumento el que propone. Y añade: "La poesía tranquiliza. A mí me ayuda. El mundo es injusto pero el lenguaje es inocente. El poder de las mujeres es tener la oportunidad de decir que no. Por eso es tan importante la educación, la independencia. Queda mucho por hacer porque la desigualdad sigue siendo enorme: entre hombre y mujeres, entre ricos y pobres…" Ratifico lo que dice, y me permito opinar que también se escribe para sobrellevar los silencios o para conquistar aquellos que eliges. La escritura -y la lectura, obviamente- se nos ofrece como un mundo interior paralelo al hombre del que tenemos que tomar posesión, no importa si la mayoría de las veces se escribe para uno mismo. Eso basta y justifica. 

Solo una objeción al comentario de la poeta Aguirre. No creo que el lenguaje sea inocente. Y no sé hasta qué punto el niño utiliza con inocencia las palabras. Va distinguiendo el interés que tiene el lenguaje para sus fines a través de su uso. Siempre intenta lograr algo con ellas. Pero al menos mucho de lo que pretende aún se circunscribe al planeta de la ingenuidad y las buenas intenciones. Las palabras pueden ser ambiguas o precisas, pero buscan siempre algo y se adscriben a un mundo de ideas y de metas interesadas. Los adultos lo sabemos muy bien. Los publicistas dominan el arte de las palabras y las imágenes. Los políticos e ideólogos las revientan y las desfiguran para sus fines manipuladores. La seducción de las palabras pueden llevar a precarias verdades o a mentiras excesivas. Si hay dudas, mírese cómo funciona el entorno. 

Por otra parte, bendita Francisca Aguirre que me incita sin quererlo a leer su obra.




20.10.18

La soledad buscada de Michel de Montaigne




















Monsieur Michel Eyquem de Montaigne en sus espléndidos y vigorosos Ensayos: "Debemos reservarnos una trastienda del todo nuestra, del todo libre, donde fijar nuestra verdadera libertad y hasta nuestro principal retiro y soledad". ¿Simple desconexión y huida? Tal vez búsqueda, encuentro y aceptación del Yo. Continua Montaigne: "En ella debemos mantener nuestra habitual conversación con nosotros mismos, y tan privada que no tenga cabida ninguna relación o comunicación con cosa ajena; discurrir y reír como si no tuviésemos mujer, hijos ni bienes, ni séquito ni criados, para que, cuando llegue la hora de perderlos, no nos resulte nuevo arreglárnoslas sin ellos". Dejando de lado que el escritor y pensador era pudiente, y que a la hora de las pérdidas tal vez padece más el que más tiene, su reflexión es válida para todo individuo, género y condición social. En tiempos como los que vivimos en que nos acosan el estrés y la ansiedad, y nos perturbamos y confundimos con facilidad, haciendo pagar a otros los desequilibrios que se han podido generar dentro de nosotros, esta clase de pensamientos de Montaigne de hace casi cuatrocientos cincuenta años nos viene de perillas. 

Remata el autor: "Poseemos un alma que puede replegarse en sí misma; puede hacerse compañía, tiene con qué atacar y con qué defender, con qué recibir y con qué dar. No temamos en esta soledad, pudrirnos en el tedio del ocio". Naturalmente, la soledad elegida y circunstancial no es aquella otra del abandono. Y el mismo Montaigne en otras ocasiones atacaba precisamente la monotonía, el ocio, la indolencia. Acaso percepciones diferentes que tenía él y tenemos todos, ese ir y venir de la aproximación al apartamiento, de un volcarnos en los demás al retraimiento en nosotros mismos. Porque Montaigne podría vivir en un castillo, pero no vivía encastillado. Sus Ensayos son la prueba no solo del conocimiento que poseía, sino de la capacidad, la dimensión y el fruto de sus reflexiones, tan concluyentes como válidas en nuestros días.

Vivimos conectados por un lado y nos refugiamos por otro en nuestro particular horno de ideas y reflexiones donde nuestros Yo hablan de tú a tú y no se mienten. Se impone vivir con más lentitud, crearnos márgenes, buscar refugios como modo de hacer frente al desgaste de un tipo de vida veloz. Sin que todo ello implique perder el contacto, desinteresarnos de las decisiones colectivas, porque si nos gusta aprovecharnos de lo positivo que nos otorga el hecho de vivir en sociedad también nos vemos obligados a cumplir con ella. Intercambio. Distíngase del mercado. 



















12.10.18

Ser y nada, de Julius Bahnsen a Josep Maria Esquirol


















Filósofo Julius Bahnsen, discípulo de Schopenhauer: "El hombre no es sino una nada autoconsciente". Leído así estremece la frase, como si se tratara de una descarga eléctrica. Pero, ¿nos habíamos creído los seres humanos que somos algo? Nos lo creemos, tal vez, cuando nos identificamos con los objetos, llámense entorno familiar, trabajo, propiedades o medios varios que hace que nos mantengamos. Los sentimientos, los afectos, los vínculos múltiples se cosifican para convencernos de que somos algo. Ni el pensamiento ni las ideas ni las teorías desarrolladas se libran de su parte alienante. ¿Dónde queda entonces la conciencia? Acaso en la autocomplacencia, en el apoyo y justificación de todo lo cosificado que nos une con el mundo. Y ese algo, curiosamente, nos reduce, porque somos seres cambiantes y en lo más íntimo lo percibimos, somos nadas móviles en busca de un algo circunstancial y efímero, que nunca será eterno pero con lo que debemos responder al aliento vital, a la dosis de autoconsciencia que hemos desarrollado desde la bajada del árbol del primate que nos antecedió. Otro filósofo y ensayista, Josep Maria Esquirol dice en La resistencia íntima: "En castellano, nada viene del latín nulla res nata, es decir 'ninguna cosa nacida'. Que las curiosas sendas de las palabras hayan hecho que en este caso se tomara solo el nata para mencionar la idea en su conjunto nos invita a preguntarnos si todo lo nacido lleva consigo el no ser constitutivo que poco a poco le va consumiendo desde el primer día hasta el final". Neurobiólogos dicen que el individuo empieza a morir desde al poco de nacer. Idea semi metafórica, medio eufemística y no del todo descaminada. Tal vez la muerte sea la adherencia natural que nos acompaña toda la vida -no obstante los ciclos que vamos recorriendo a medida que avanzamos en edad-  y que solo llega a su cumplimiento definitivo con la última pérdida de oxigenación.
















4.10.18

La conciencia clara de Marta Sanz sobre la maternidad




















"Yo no he sido madre porque no me ha dado la gana". Escritora Marta Sanz. Más claro, agua. El mundo, parafraseando el himno, ha cambiado de base. Esa es una de las revoluciones más importantes de nuestro tiempo. De todos los tiempos, civilizaciones y culturas. La mujer que quiere ser mujer, no ama de casa obligada, ni esposa obligadamente amante y fiel, ni mera mamá solícita, muchas veces también obligada, ni empleada de segunda, ni...¿Que Marta Sanz es una privilegiada porque lo tiene claro? Bendito privilegio el de quien se sostiene de su esfuerzo, de sus personales objetivos y de la elección más libre posible de su forma de vivir.

Dice más la escritora: "Hasta no hace mucho, maternidad y cuidados eran temas de revistas que te enseñaban a hacer un punto del derecho y otro del revés. Ser una madre formaba parte de esa generosidad doméstica que nunca se remuneró porque se vinculaba con la naturaleza y los deseos femeninos: la pulsión biológica perpetúa la especie y, en ese afán, convierte la cueva en un lugar confortable. La invención de arado motivó que los trabajos se redistribuyeran, ya que las recolectoras no disponían de fuerza suficiente para su manejo. Las mujeres colonizan la intimidad. En ese contexto, la maternidad es objeto de estudios antropológicos, económicos y culturales: el ecofeminismo cuestiona la avalancha de madres que hacen de la experiencia materna el centro de su vida, mientras que divulgadores reaccionarios hablan de mujeres frustradas por haber perdido su oportunidad biológica". Claro que ¿a todas las mujeres les puede dar la gana como a ella, no solo de no asumir la maternidad sino de vivir fuera de las sujeciones? "La libertad de las opciones libres según se mire y para quién", apuntilla.




Fotografía de Ricardo Fernández Otazo


1.10.18

El peligro de que los historiadores se marginen del debate público. Gonzalo Pontón




















Gonzalo Pontón, historiador y ensayista, en Babelia: "Pienso en la responsabilidad de los historiadores". Casualmente es un pensamiento que me acecha también con frecuencia. Puesto que la sociedad no se entiende fácilmente -es plural y hay tantos planos culturales como de intereses en su seno- recurro a quien nos podría explicar los aconteceres de la Historia. Continúa Pontón: " Su honestidad profesional y su metodología científica los obliga a verificar y falsar sus hipótesis de trabajo antes de presentar sus conclusiones. Y su disciplina los fuerza a ser sumamente críticos ante los usos y abusos de la historia. ¿Por qué, entonces, esos científicos sociales permiten que la irracionalidad, la mentira recalentada, la falsedad y el cinismo se hayan apoderado de una consciencia ciudadana machacada por la propaganda política de casi todos los colores, donde 'lo limpio es sucio y lo sucio limpio, pero lo sucio es útil y lo limpio no' (J. M. Keynes)? ¿Por qué no denuncian las manipulaciones de los políticos para conseguir que las gentes voten como autómatas, si saben que la política 'es el hábitat natural de los estafadores, los fulleros y los sinvergüenzas' (J. K. Galbraith)? ¿Por qué enmudecen cuando periodistas de fortuna, publicistas mercenarios y tertulianos a granel sostienen en los medios mentiras mil veces debeladas por ellos en sus propios textos? Así hemos llegado a que aparezcan en los medios individuos ignaros afirmando enfáticamente que Franco nunca mató a nadie".

Tantas preguntas que él y muchos nos hacemos. Nadie como los historiadores tienen a su alcance los datos, métodos, ubicación laboral y capacidad de analizar y comparar factores de la compleja vida del país como lo tienen ellos. Pero siguen sucediendo cosas, en la sociedad actual se sigue ignorando lo que hubo, se montan explicaciones, que no interpretaciones, míticas o de justificación interesada, la enseñanza no está a la altura de la verdad y la conclusión es que las nuevas generaciones saben lo mismo o menos que las de sus padres o abuelos. Al menos estas tenían testimonios más o menos directos e inmediatos y se debatía con ellos en la mano.

La perplejidad que algunos tenemos la participa también Gonzalo Pontón: "No soy ningún ingenuo; soy, ya, viejo. Y conozco bien el descrédito de la cultura y el ningún caso que una sociedad filistea hace a los científicos sociales, que no tienen otro poder que el de sus saberes. Pero si los historiadores se marginan del debate público, si no se sumergen en la sociedad, fajándose en ella, si no tienen nada que decir a los hombres y mujeres de hoy, si no pueden ayudarlos en sus angustias y en sus esperanzas, entonces ¿de qué vale su ciencia?"

He ahí la clave. No basta con la investigación de gabinete y puertas adentro, cuyo fin es realizar algunas tesis, publicar algunos libros y que queden en los anaqueles de las bibliotecas que apenas manejará nadie. O los saberes se traducen en divulgación honesta y a su vez esta desemboca en debate y conocimiento amplio entre los miembros de la sociedad o se podrá decir que prospectar la Historia que nos atañe a todos no sirve para nada. Los historiadores deberían mojarse más en el espacio del debate público, para ayudar a hacer país y menos circo, mediático o partidista. Mientras, hay una parálisis -salvo honrosas y varias excepciones- de llevar el conocimiento del pasado y su repercusión en el presente a la sociedad, hay una dejación de la participación de los historiadores entre los políticos y los mass media, y lo que cunden son los profetas, los constructores de mitos, los eternos adulteradores del pasado en aras a su propio beneficio actual, en fin, los inventores de cuentos (León Felipe protestaba poéticamente: 'Me sé todos los cuentos'). Y ellos, esa gente que fomenta confusión, enfrentamiento y parcelas de poder para ellos mismos, sí que influyen. Y hay que ver cómo y con qué riesgos para todos.





29.9.18

Cuando la patria del deseo no entiende de ética, según Lluís Bosch
















"Los independentistas hablan desde el deseo: el deseo de tener un país, un país que sea una patria, una patria que sea independiente de España". Lluís Bosch en su blog Mil demonios. Curioso. Al final todo, incluso en política o en sociedad, nos remite tanto a la conducta ética (o su carencia y manipulación) como al subconsciente personal (sea sexualidad o erótica de los negocios) Continúa Bosch: "Qué les importa a ellos si la patria es mítica, si jamás ha existido un país llamado 'Cataluña'. Lo que saben es que lo desean, que su padre -ya fallecido- lo deseaba, que su abuelo lo deseaba. Que sienten el deseo en sus entrañas, en sus sueños, en su duermevela. El deseo de la patria ocupa el mismo espacio que el deseo sexual y se manifiesta en los mismos instantes. El deseo de la patria excita, calienta: hay mucho léxico erótico metido en la palabrería patriótica y no es por casualidad ni es anécdota. Hace unos años, cuando Alfred Bosch era diputado en las Cortes españolas, dijo: "el independentismo es sexy". Machismo puro y atracción por el malote. Sin saberlo y sin quererlo, Alfred Bosch nos dió la definición del problema y su solución. Pero nadie lo entendió".

Aguda aportación de un catalán nada cerril que padece en sus carnes cuanto va aconteciendo allí. Para entender el texto entresacado remito al contexto, es decir, al artículo completo. No tiene pérdida. 




25.4.18

Ordenadores y adicción según Adam Alter
















Adam Alter, psicólogo estadounidense: "Con tanta tecnología creo que somos menos felices como comunidad, como sociedad". ¿Es comprobación o una blasfemia contra una conducta asumida rápidamente por los individuos? Alter lo describe así: "Si dedicamos menos tiempo a las cosas que nos hacen humanos, y nos pasamos las cuatro horas que tenemos libres al teléfono haciendo lo mismo, nos volvemos homogéneos. Necesitamos dedicar ese tiempo libre a nuestras aficiones, a hacer deporte, a pasear por la naturaleza, a conversar cara a cara. Es vital para el desarrollo de las personas". 

La cuestión nos explota, aunque los que tenemos cierta edad nos consideremos inmunes al contagio, algo falso. Lo bueno a favor de los individuos de edad avanzada es que al menos hemos tenido una vida de comunicación sabrosa y amplia. Las nuevas generaciones ya están mamando los aparatos informáticos desde la sillita en que les llevan sus papás. Pero los adultos hemos entrado de lleno en la seducción de las nuevas tecnologías y, como explica Adam Alter, las pantallas son una amenaza para la sociedad abierta "porque refuerzan el efecto de caja de resonancia. La gente se queda en las plataformas en las que ve reflejadas sus mismas ideas y puntos de vista. Eso te hace ser más intransigente, dogmático y testarudo. Facebook sabe que a la gente le gusta ver que otros comparten sus mismas ideas. Las plataformas están diseñadas para tratar de mantenerte conectado al dispositivo, para reforzar esa resonancia; no quieren alterar el mensaje introduciendo opiniones diferentes". Conclusión: si uno no somete a discusión lo más directa posible con otros sus criterios sobre la vida, sus ideas, sus proyectos o sus ilusiones, y se empapa para seguir generando el hombre diverso y con puntos de vista amplios, ¿qué tipo de hombre-robot no le espera a la Tierra en el futuro inmediato?

Naturalmente Adam Alter señala los signos de la adicción en que estamos cayendo: " La primera señal es social, si compromete las relaciones. La segunda es financiera, si esa interacción acaba costando más dinero del pensado. La tercera es física, porque la pérdida de atención puede causar un accidente o porque no se hace ejercicio. Y la cuarta es psicológica, porque cambia la manera en la que afrontas el aburrimiento. Esto último parece una tontería, pero el teléfono está ocupando cada segundo que tienes libre. Está bien que no te aburras, pero del aburrimiento surgen ideas". Entiendo ese aburrimiento como parada y reflexión. Quien come una misma dieta acaba predisponiendo su sistema digestivo a los límites de la misma. Esto vale para la influencia desmedida de las tecnologías mediáticas, aunque como dice Alter "si dependes de la tecnología en tu rutina diaria, no hay alternativa porque nuestras vidas están llenas de pantallas y es muy difícil comunicarse sin ellas. Para la mayoría de los adultos se han convertido, además, en un elemento que define quién eres".

Dejemos una puerta abierta a saber medirnos. Siempre será posible un punto de contrición. Es un deseo.





20.4.18

Una guinda de Mark Twain













“Suponga que usted fuese un idiota y suponga que usted fuese un miembro del Congreso. Vaya, pero si estoy siendo reiterativo”. Corrosivo e irónico Mark Twain. Aunque también podría haber sido una de las ingeniosas guindas de Groucho Marx. Visto el panorama general de la representación en los distintos estamentos de nuestro país también uno tiende a sentirse con frecuencia reiterativo. Por supuesto que podría alterarse el calificativo, es demasiado simple en su dureza, y poner otros más precisos. ¿Se les ocurre alguno? Anda que no hay...Pero ojo, que la pelota la pone en juego el votante. Quién sabe, por lo tanto, si no le está tocando a este una parte alícuota en el reparto de epítetos cuando no está conforme con los que le representan.



11.4.18

La armonía y la cooperación entre las emociones y la razón, vistas desde Antonio Damasio















"Siempre tenemos unos sentimientos con los que negocia nuestra razón". Neurólogo portugués Antonio Damasio. Pero ¿no nos habían imbuido la idea religiosa de que los sentimientos eran expresión de la fragilidad y la razón poco menos que conquista del superhombre? ¿Y que ambos chocaban? ¿Y que ceder a los primeros era no ser competitivo? El conocimiento humano ha avanzado a pesar de los palos en las ruedas de la investigación. Los viejos tópicos duales, que dividían la personalidad del individuo, alma/cuerpo, emociones/intelecto, etc., caen por el peso de la investigación. Damasio sabe mucho de eso: " Esta idea de que los sentimientos fueron una parte de la historia y entonces a partir de cierto punto te vuelves racional y vas a dirigir el mundo con la razón no tiene sentido. Si te digo que he decidido que este mundo va a ser mucho mejor si haces esto y lo otro para que lo aceptes y lo hagas, vas a preguntar: ¿Por qué tengo que hacerlo? La resistencia a las imposiciones es parte de nuestra naturaleza, rechazamos los dogmas. Así que la negociación de la razón a través del afecto es necesaria. Somos criaturas afectivas y eso no va a desaparecer".

La pregunta que me hago: esa negociación ¿debe ser solo  algo puramente individual e íntimo, que muchos hombres habrán estado haciendo toda su vida, porque es un reflejo instintivo de aquello de lo que estamos formados, no obstante trabas y dificultades? ¿O la sociedad y sus criaturas mecánicas y administrativas -no digamos ya la mentalidad de las ideologías dominantes-  deben cooperar a una comprensión más armónica de aquello que compone, para bien, el individuo? Damasio tiene su punto de vista, que yo comparto: "Los ingenieros están convencidos de que el sustrato no cuenta. Y eso es un gran error, porque no prestan atención a los sentimientos. La inteligencia artificial opera en el mundo del intelecto. Es un mundo muy preciso, pero nosotros somos mucho más blandos, operamos en un mundo de vida vulnerable. Si vas a Silicon Valley y hablas con esa gente, no se ven a sí mismos y no ven a otros, son muy buenos con las matemáticas y con la computación y piensan que todo el mundo es código. Pero no lo es. Un ordenador no tiene enfermedades, no se va a resfriar, no va a tener cáncer. Nosotros estamos hechos de un material muy vulnerable. Si sales a la calle y cruzas con un semáforo en rojo y un coche te golpea te rompes los huesos y puedes morir. El sentido de si la vida está siendo buena o mala se expresa a través de los sentimientos. Los sentimientos expresan mentalmente si la homeostasis está funcionando o no y eso no lo puedes tener en un ordenador a menos que crees un cuerpo para el ordenador. Por eso, cuando alguien plantea que va a cargar su conciencia en un ordenador, pregunto si va a cargar también un cuerpo. Porque si no cargas también tu cuerpo, no vas a ser tú. Será un ordenador con tus ideas, pero no tendrá tus sentimientos".

El hombre cotidiano, con una mente hecha de intelecto y emoción, de capacidad racionalizadora y de expresiones sentimentales, sigue siendo la verdadera alternativa al robot. Si este sustituye al hombre, ¿qué será de la especie?




7.4.18

Jacques Barzun, historiador de la vida














Jacques Barzun, historiador: "La vejez es como aprender una nueva profesión. Y ciertamente no una que uno haya elegido." Que Barzun dijera esto al cumplir los cien años de edad es de sobresaliente cum laude. Es obvio que arrieros somos y en el camino nos encontraremos con nuestra propia naturaleza. Probablemente tampoco hay una fórmula mágica que se elija para garantizarnos una existencia saludable y larga, y no siempre los extremos cuidados que perseguimos con obsesión garantizan esa nueva profesión. "Todo lo que no se come hace bien a la salud", dice con una filosofía que no es solo humor Guido Ceronetti. Aunque ciertamente vivir no depende acaso tanto de los hábitos y dietas alimenticias como de la propia mentalidad que tenga el individuo. Ya Séneca decía que "el mayor impedimento para vivir son las esperanzas que dependen del mañana". Que el hombre derrocha demasiada energía en procurar su futuro y desaprovecha el tiempo mientras dilata el disfrute y la oportunidad del día a día. Y precisamente esa actitud de depender tanto de planes de futuro conllevan el estrés, la ansiedad y los hábitos adictivos que intentan compensar los desajustes corporales. Pero, en fin, y siempre el eterno dilema: ¿elegimos vivir o somos hijos del azar que decide por nosotros?

Uno de los regalos que Jacques Barzun nos legó es su visión sobre quinientos años de vida cultural en Occidente, Del amanecer a la decadencia. Un repaso riguroso y ameno con conclusiones que desmitifican y sorprenden, que nos ayudan a ser más sabios. Y no solo por viejos.





















31.3.18

Los controles de Facebook y asociados o la esclavitud buenamente asumida, según Muñoz Molina













"Cada día, a cada momento, centenares de millones de personas regalan, con conmovedora generosidad, todos los pormenores de su vida, de sus aficiones, de sus inclinaciones, de sus manías políticas a una empresa que a cambio les provee con una réplica adaptada del mundo, o personalizada, por decirlo con la palabra inevitable, y que al mismo tiempo de confortarlos y de envolverlos en un capullo hermético de certezas compartidas más o menos tribales, los somete a una especie de radiografía íntima, como bacterias en un cultivo biológico o como esos ratones de los laboratorios que rondan por sus laberintos de cartón llevando diminutos electrodos incrustados en el cráneo", escribe Antonio Muñoz Molina en su último artículo publicado de Babelia

¿Nadie se da cuenta de cómo el individuo está vendiendo su primogenitura no ya por un plato de lentejas sino por una mirada de Narciso sobre el río? Entendamos el término primogenitura como privacidad, intimidad. Y si lo esencial, tu derecho al pudor y a lo protegido queda al descubierto y se lo regalas a quienes van a comerciar con ello ¿qué garantías te quedan de que tanto tu conciencia como tu libertad estén a salvo? Así pasan las cosas que están pasando. Que avispadas empresas -llámense Facebook o Cambridge Analytica- saben multiplicar y sacar su jugo a la información que obtienen de los usuarios, que la ceden a lo tonto. Información que posteriormente se convierte en influencia sobre masas, sobre millones de ciudadanos. Una esclavitud de nuestros tiempos no obligada, sino solicitada. Y luego no nos extrañemos que se dirija el voto, se adulteren tendencias, se despersonalice el pensamiento y salgan elegidos gobiernos bestias. A la altura en que operan esa clase de empresas no queda duda de que el poder es cada vez más único. Y más Poder. Mientras que la representación popular queda en una entelequia. Eso sí, en su nombre se justifica la barbarie.