La fragmentación de la escritura. Antes y después, todo es fragmento. Amanece el día y en la contemplación del sol hay fragmento. Nuestra mirada, nuestra pregunta (un día más), incluso la respuesta que nunca obtendremos. Escribimos -pensamos simplemente- sobre ello. Y de seguido, se produce una nueva fragmentación. Vivimos la división del todo en fragmento y de cada fragmento en otros más. Y, no obstante, a eso lo llamamos crear. ¿La creación del caos? Sin embargo, ello -la propia y continua disolución- es lo que compone no solo nuestros pensamientos o nuestros textos, sino en general cada resquicio de nuestra vida.