La escritora Belén Gopegui, entrevistada por la extraordinaria revista Átopos, no cree precisamente en la rebelión actual de la literatura española: "La leve rebelión, al ser individualista, cada autor con su libro -y ese libro desligado de otros así como de movimientos políticos, etc.- termina pareciéndose a una moda que, además, en vez de movilizar desarma, como sucede al pesimismo de la voluntad tan propio de las últimas novelas de la crisis". ¿Visión equivocada y vaga de los escritores o que van simplemente a cumplir el tópico a tres bandas que completaría aquello de tener un hijo y plantar un árbol? Tal vez deficiente reflexión, desinterés y escasa adecuación imaginativa que renovara el panorama de letras y de actos. De ahí que Gopegui matice: "Es significativo que en muchas de esas novelas se vincule la injusticia a una hipotética naturaleza humana y no a las condiciones en que vivimos". La naturaleza de la especie como saco roto, típico argumento de quienes no desean se toque el fondo de los problemas. Continúa: "Uno cambia de cielo pero no de corazón, decía el poeta, y la mayoría de las novelas escritas al hilo de la crisis se complacen en esa idea: cambian las circunstancias pero no la mezquindad de los hombres y las mujeres. No es mi punto de vista. Tampoco defiendo el otro extremo, una supuesta naturaleza humana angelical que afloraría en un mundo más justo". ¿Atrapados, por lo tanto, en una cinta sin fin que deja al albur y sin solución la vida de los individuos y sus sociedades? Belén Gopegui no se amilana: "La sociedad se puede organizar de tal modo que las mejores facultades puedan desarrollarse y las peores no tengan demasiado espacio para crecer". Quién te oiga, mujer, es decir, todos. Por la cuenta que nos debería tener.