13.10.13

Félix Krull, no tan estafador cuando desnuda las palabras














Félix Krull, el personaje: "Solo en los dos polos de la unión humana, allí donde todavía no hay palabras o donde ya ha dejado de haberlas, en la mirada y en el abrazo, se halla la verdadera dicha, pues solo en ese momento se dan la inmediatez, la libertad, el misterio y una profunda falta de miramientos." ¿En qué mundo se puede producir una situación así? ¿En el de la abstracción, en el del vacío o en el de la muerte? El protagonista de Confesiones del estafador Félix Krupp es un personaje peculiar, porque el severo escritor Thomas Mann quiso hacerlo extraordinariamente retorcido, o porque esa claridad no aceptada que manifiestan los retorcidos, los díscolos, no goza de buena salud entre los vivos que respetan las reglas del juego. "Todo aquello en lo que interviene el trato y el intercambio es tibio y flácido, está determinado, condicionado y restringido por la formalidad y por las convenciones burguesas." Este lenguaje preciso, desnudo pero auténtico, no parece llevarse hoy día: ni por escritores ni por tertulianos ni por los miembros de las familias ni por los que alardean de representar a...los domesticados. Una capa de barniz hipócrita se extiende de la mañana a la noche en nuestros ámbitos para adulterar los verdaderos colores de la realidad. Remata Félix Krull, es decir, Thomas Mann: "Aquí reina la palabra: ese recurso frío y apagado, ese primer producto de una moral domesticada y moderada, tan ajeno en su esencia a la esfera ardiente y muda de la naturaleza que cabría afirmar que cada palabra, en sí misma y por sí misma, ya es una frase entera." Pensemos en la ausencia de las palabras, pero sobre todo en las palabras que generan ausencia y más que nada en el ejercicio falsario o escasamente esforzado por utilizar la palabra que remita con autenticidad al hecho.