25.4.18

Ordenadores y adicción según Adam Alter
















Adam Alter, psicólogo estadounidense: "Con tanta tecnología creo que somos menos felices como comunidad, como sociedad". ¿Es comprobación o una blasfemia contra una conducta asumida rápidamente por los individuos? Alter lo describe así: "Si dedicamos menos tiempo a las cosas que nos hacen humanos, y nos pasamos las cuatro horas que tenemos libres al teléfono haciendo lo mismo, nos volvemos homogéneos. Necesitamos dedicar ese tiempo libre a nuestras aficiones, a hacer deporte, a pasear por la naturaleza, a conversar cara a cara. Es vital para el desarrollo de las personas". 

La cuestión nos explota, aunque los que tenemos cierta edad nos consideremos inmunes al contagio, algo falso. Lo bueno a favor de los individuos de edad avanzada es que al menos hemos tenido una vida de comunicación sabrosa y amplia. Las nuevas generaciones ya están mamando los aparatos informáticos desde la sillita en que les llevan sus papás. Pero los adultos hemos entrado de lleno en la seducción de las nuevas tecnologías y, como explica Adam Alter, las pantallas son una amenaza para la sociedad abierta "porque refuerzan el efecto de caja de resonancia. La gente se queda en las plataformas en las que ve reflejadas sus mismas ideas y puntos de vista. Eso te hace ser más intransigente, dogmático y testarudo. Facebook sabe que a la gente le gusta ver que otros comparten sus mismas ideas. Las plataformas están diseñadas para tratar de mantenerte conectado al dispositivo, para reforzar esa resonancia; no quieren alterar el mensaje introduciendo opiniones diferentes". Conclusión: si uno no somete a discusión lo más directa posible con otros sus criterios sobre la vida, sus ideas, sus proyectos o sus ilusiones, y se empapa para seguir generando el hombre diverso y con puntos de vista amplios, ¿qué tipo de hombre-robot no le espera a la Tierra en el futuro inmediato?

Naturalmente Adam Alter señala los signos de la adicción en que estamos cayendo: " La primera señal es social, si compromete las relaciones. La segunda es financiera, si esa interacción acaba costando más dinero del pensado. La tercera es física, porque la pérdida de atención puede causar un accidente o porque no se hace ejercicio. Y la cuarta es psicológica, porque cambia la manera en la que afrontas el aburrimiento. Esto último parece una tontería, pero el teléfono está ocupando cada segundo que tienes libre. Está bien que no te aburras, pero del aburrimiento surgen ideas". Entiendo ese aburrimiento como parada y reflexión. Quien come una misma dieta acaba predisponiendo su sistema digestivo a los límites de la misma. Esto vale para la influencia desmedida de las tecnologías mediáticas, aunque como dice Alter "si dependes de la tecnología en tu rutina diaria, no hay alternativa porque nuestras vidas están llenas de pantallas y es muy difícil comunicarse sin ellas. Para la mayoría de los adultos se han convertido, además, en un elemento que define quién eres".

Dejemos una puerta abierta a saber medirnos. Siempre será posible un punto de contrición. Es un deseo.





20.4.18

Una guinda de Mark Twain













“Suponga que usted fuese un idiota y suponga que usted fuese un miembro del Congreso. Vaya, pero si estoy siendo reiterativo”. Corrosivo e irónico Mark Twain. Aunque también podría haber sido una de las ingeniosas guindas de Groucho Marx. Visto el panorama general de la representación en los distintos estamentos de nuestro país también uno tiende a sentirse con frecuencia reiterativo. Por supuesto que podría alterarse el calificativo, es demasiado simple en su dureza, y poner otros más precisos. ¿Se les ocurre alguno? Anda que no hay...Pero ojo, que la pelota la pone en juego el votante. Quién sabe, por lo tanto, si no le está tocando a este una parte alícuota en el reparto de epítetos cuando no está conforme con los que le representan.



11.4.18

La armonía y la cooperación entre las emociones y la razón, vistas desde Antonio Damasio















"Siempre tenemos unos sentimientos con los que negocia nuestra razón". Neurólogo portugués Antonio Damasio. Pero ¿no nos habían imbuido la idea religiosa de que los sentimientos eran expresión de la fragilidad y la razón poco menos que conquista del superhombre? ¿Y que ambos chocaban? ¿Y que ceder a los primeros era no ser competitivo? El conocimiento humano ha avanzado a pesar de los palos en las ruedas de la investigación. Los viejos tópicos duales, que dividían la personalidad del individuo, alma/cuerpo, emociones/intelecto, etc., caen por el peso de la investigación. Damasio sabe mucho de eso: " Esta idea de que los sentimientos fueron una parte de la historia y entonces a partir de cierto punto te vuelves racional y vas a dirigir el mundo con la razón no tiene sentido. Si te digo que he decidido que este mundo va a ser mucho mejor si haces esto y lo otro para que lo aceptes y lo hagas, vas a preguntar: ¿Por qué tengo que hacerlo? La resistencia a las imposiciones es parte de nuestra naturaleza, rechazamos los dogmas. Así que la negociación de la razón a través del afecto es necesaria. Somos criaturas afectivas y eso no va a desaparecer".

La pregunta que me hago: esa negociación ¿debe ser solo  algo puramente individual e íntimo, que muchos hombres habrán estado haciendo toda su vida, porque es un reflejo instintivo de aquello de lo que estamos formados, no obstante trabas y dificultades? ¿O la sociedad y sus criaturas mecánicas y administrativas -no digamos ya la mentalidad de las ideologías dominantes-  deben cooperar a una comprensión más armónica de aquello que compone, para bien, el individuo? Damasio tiene su punto de vista, que yo comparto: "Los ingenieros están convencidos de que el sustrato no cuenta. Y eso es un gran error, porque no prestan atención a los sentimientos. La inteligencia artificial opera en el mundo del intelecto. Es un mundo muy preciso, pero nosotros somos mucho más blandos, operamos en un mundo de vida vulnerable. Si vas a Silicon Valley y hablas con esa gente, no se ven a sí mismos y no ven a otros, son muy buenos con las matemáticas y con la computación y piensan que todo el mundo es código. Pero no lo es. Un ordenador no tiene enfermedades, no se va a resfriar, no va a tener cáncer. Nosotros estamos hechos de un material muy vulnerable. Si sales a la calle y cruzas con un semáforo en rojo y un coche te golpea te rompes los huesos y puedes morir. El sentido de si la vida está siendo buena o mala se expresa a través de los sentimientos. Los sentimientos expresan mentalmente si la homeostasis está funcionando o no y eso no lo puedes tener en un ordenador a menos que crees un cuerpo para el ordenador. Por eso, cuando alguien plantea que va a cargar su conciencia en un ordenador, pregunto si va a cargar también un cuerpo. Porque si no cargas también tu cuerpo, no vas a ser tú. Será un ordenador con tus ideas, pero no tendrá tus sentimientos".

El hombre cotidiano, con una mente hecha de intelecto y emoción, de capacidad racionalizadora y de expresiones sentimentales, sigue siendo la verdadera alternativa al robot. Si este sustituye al hombre, ¿qué será de la especie?




7.4.18

Jacques Barzun, historiador de la vida














Jacques Barzun, historiador: "La vejez es como aprender una nueva profesión. Y ciertamente no una que uno haya elegido." Que Barzun dijera esto al cumplir los cien años de edad es de sobresaliente cum laude. Es obvio que arrieros somos y en el camino nos encontraremos con nuestra propia naturaleza. Probablemente tampoco hay una fórmula mágica que se elija para garantizarnos una existencia saludable y larga, y no siempre los extremos cuidados que perseguimos con obsesión garantizan esa nueva profesión. "Todo lo que no se come hace bien a la salud", dice con una filosofía que no es solo humor Guido Ceronetti. Aunque ciertamente vivir no depende acaso tanto de los hábitos y dietas alimenticias como de la propia mentalidad que tenga el individuo. Ya Séneca decía que "el mayor impedimento para vivir son las esperanzas que dependen del mañana". Que el hombre derrocha demasiada energía en procurar su futuro y desaprovecha el tiempo mientras dilata el disfrute y la oportunidad del día a día. Y precisamente esa actitud de depender tanto de planes de futuro conllevan el estrés, la ansiedad y los hábitos adictivos que intentan compensar los desajustes corporales. Pero, en fin, y siempre el eterno dilema: ¿elegimos vivir o somos hijos del azar que decide por nosotros?

Uno de los regalos que Jacques Barzun nos legó es su visión sobre quinientos años de vida cultural en Occidente, Del amanecer a la decadencia. Un repaso riguroso y ameno con conclusiones que desmitifican y sorprenden, que nos ayudan a ser más sabios. Y no solo por viejos.