17.2.21

Leer al poeta Joan Margarit: su poesía queda

 









¿Qué queda de un hombre cuando muere? No nos engañemos. No queda nada. ¿Cómo que nada?, dirán algunos. Y esto y esto otro y aquello...¿no son el hombre? Y yo me obstino. No, no son el hombre. El hombre que estuvo y creyó que fue, pues todos nos creemos que ser hombres es algo más que ser hombres, pertenece al pasado. Incluso en vida el hombre solo es tránsito. Con todo un conglomerado de activos y pasivos, si se quiere, que lentamente se van diluyendo. Porque la vida es tozuda, es decir, que una vez se inició, por tozudez natural, y poco a poco fue perdiendo vigor y acaso sentido hasta el último estertor. También por empecinamiento. Desesperados amigos me dirán: reduces a la nada al individuo. Y yo: no, qué va, en la nada no hay siquiera individuos. Y al individuo lo valoro mientras transcurre. De algunos de los hombres que vivieron queda humo, de otros recuerdos, de otros palabras, de otros buenas o malas acciones. Eso es lo que queda para los vivos. Pero más allá ¿qué puede quedar de un hombre si ya no es?

Joan Margarit escribió buena poesía, sospecho que no excesivamente conocida. Todavía no he leído la prensa del día para ver -curiosidad que me viene de lejos- qué dicen del poeta muerto. Por mi parte deciros: no paséis esta vida sin haber leído algo a Joan Margarit. Rescato un poema que me gustó mucho en su día, no sé por qué.


Las mil y una noches



Me miras: el presente son tus ojos,
unos instantes que se desvanecen
y no puedo cambiar: Pero también
son un mañana que ya estaba escrito
en el fugaz espejo de la infancia.
Y se convertirán en el ayer,
la suma indiferencia de los años.
Después serán recuerdo, un mundo gris
donde te mire aunque no pueda verte.
Tras el recuerdo habrán de ser olvido:
nadie sabrá por qué estabas mirándome
ni  por qué hay este pozo en tu lugar.
Cada instante una historia diferente
de las mil y una noches en tus ojos.



15.2.21

El hambre de Carlos Giménez

 


“El hambre nunca se termina de quitar del todo". Carlos Giménez (Madrid, 1941), autor de cómics donde narra la intra historia de España como no se suele narrar. Más en concreto la de la posguerra hasta el presente. A los que no hemos conocido el hambre, aunque sí estrecheces o limitaciones de consumo, que se diría hoy, nos cuesta entender el significado del comentario del dibujante y narrador. Él padeció de niño necesidad y sobre todo mala alimentación, y quedarse con hambre, además de otras circunstancias de pasar por lugares siniestros de caridad, y por ello precisa: "Por ejemplo, tengo un aprecio muy sobrevalorado de la comida. Yo no tiro nada de comida. Se me ha quedado un trozo de filete y me dicen que lo tire. No. Lo guardo en la nevera, a lo mejor luego a la noche me lo tomo como aperitivo. Ese trozo de comida, para mí, mientras no esté podrida, sigue siendo comida válida. Mientras valga, soy incapaz de tirar comida. Si pierdo dinero, no sufro tanto como si pierdo comida. La comida tiene para mí un valor por encima del dinero que cuesta, es el valor de la persona que ha pasado hambre y que lo tiene grabado a fuego”.

En tiempos de derroche o no aprovechamiento muchos pueden pensar que lo que dice Giménez es una manía de señor mayor y de otro tiempo. Al leer su opinión he pensado en mi padre, que sí había conocido el hambre de la posguerra. "Fue peor la posguerra que los años anteriores", le escuché decir muchas veces a mi progenitor, y eso que él había salido malparado en la sangría 1936/1939. Y recuerdo perfectamente cómo no tiraba nunca el pan sobrante del día y se lo comía, duro pero sabroso como buen pan, al día siguiente.

¿Simbolismo solamente? No. Las heridas de la dureza de la vida siempre trazan líneas de conducta que permitan defenderse. Por lo que se ve, Carlos Giménez, autor único de verdaderos textos históricos representados en tebeo/cómic  -Barrio, Paracuellos, Malos tiempos, entre lo fundamental de su obra- sabía de lo que hablaba. No echar en saco roto nunca esta clase de testimonios. Por lo que nos puede tocar.






11.2.21

Lo que nos contó Al-Muwaylihi de Isa ibn Hisham

 


Muhammad Al-Muwaylihi (El Cairo, 1858-Helwan, 1930) en su sorprendente novela Lo que nos contó Isa ibn Hisham: "Si a tus congéneres, los hombres humanos, les ofreces la paz, te hacen la guerra, y si les declaras una tregua, te atacan. Los tratas como amigos y se declaran tus acérrimos enemigos; les das tu confianza y la traicionan. Cuando los frecuentas y menudeas, no sales librado de una agresión; si les dispensas un trato campechano, te expones a salir rociado de calumnias, y cuando les pides algo que te pertenece por derecho, es como si pregonases a los sordos."

No es un texto alentador para estos tiempos de aflicción que vivimos. Se dirá: no vale sacarlo de contexto (Hoy todo el mundo se molesta si algo se saca del contexto donde se expone; una bonita manera de negar lo que se ha dicho inadecuada o desafortunadamente)  Se seguirá diciendo: lo profiere el personaje de la novela, que lo ve todo turbio. O incluso se opinará: solo es parte del argumento de un relato que se desarrolla en otro tiempo y otra cultura. Me quedo pensando: pero si tal vez el hombre seguirá siendo el mismo sea cual sea el tiempo y la cultura. 

Mi perplejidad ante un enigma que aparece en el párrafo: ¿Qué entenderá el autor por hombres humanos? Tal vez sea una adjetivación muy matizada, y por lo tanto nada inútil. Yo mismo me pregunto: ¿Qué conclusiones sacaremos tras la experiencia de la pandemia, por ejemplo? Uno tiene la ligera percepción de que en este contexto social que atravesamos van a quedar muy deslindados los hombre humanos y los hombres deshumanos. Y los bobos.