9.9.21

Cuando F. Scott Fitzgerald nos hace sentirnos Gatsby durante el tiempo de una lectura

 


"...Cuando fui a despedirme vi que la expresión de perplejidad había vuelto a la cara de Gatsby, como si acabara de sentir una duda levísima acerca de la calidad de su felicidad presente. ¡Casi cinco años! Incluso aquella tarde tuvo que haber algún momento en que Daisy no estuviera a la altura de sus sueños, no tanto por culpa de la propia Daisy, sino por la colosal vitalidad de su propia ilusión. Su ilusión iba más allá de Daisy, más allá de todo. Y a esa ilusión se había entregado Gatsby con una pasión creadora, aumentándola incesantemente, engalanándola con cualquier pluma que pillara al vuelo. No hay fuego ni frío que pueda desafiar a lo que un hombre guarda entre los fantasmas de su corazón". (Página 94)

"Pero su corazón vivía en una revuelta turbulenta, constante. Las más grotescas y fantásticas ambiciones lo asaltaban de noche, en la cama. Un universo de extravagancias indecibles se desarrollaba en su cerebro mientras el reloj hacía tictac sobre el lavabo y la luna bañaba de luz húmeda la ropa, tirada de cualquier forma en el suelo. Cada noche aumentaba la trama de sus fantasías hasta que el sopor ponía fin a alguna escena especialmente viva con un abrazo de olvido. Durante cierto tiempo esas ensoñaciones fueron un desahogo para su imaginación; eran un indicio satisfactorio de la irrealidad de la realidad, una promesa de que la roca del mundo se fundaba firmemente sobre el ala de un hada". (Página 98)


Tal vez vivimos un mundo de fantasías y cuando sustituimos el descarnado rigor de lo ordinario por la sorpresa de la metáfora flotamos y flotamos hasta la caída que antes o después llegará.