10.7.21

Aquel poema de las campanas de John Donne

 



Apasionante John Donne (Londres, 1572-1631):

"¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece? 
¿Quién quita sus ojos del cometa cuando estalla? 
¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe? 
¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada fuera de este mundo? 
Ningún hombre es una isla entera por sí mismo. 
Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo. 
Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, 
como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. 
Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, 
porque me encuentro unido a toda la humanidad; 
por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti".

No somos islas y en nuestro principio llevamos implícito nuestro fin. Y el recorrido personal está condicionado por el recorrido de los otros. Por lo tanto el fin del otro y los límites de los territorios que habitamos son también los nuestros, aunque no nos demos cuenta o no queramos aceptarlo. ¿Cómo no reconocernos en los márgenes de las vidas de los demás? John Donne nos sugiere que prestemos atención. Doblen o no las campanas -símil antiguo, que los tiempos han cambiado símbolos y rituales- malo será que no entendamos que estamos más unidos que nunca al resto de los humanos. Pero entonces, ¿por qué tanta discordia? Los coronavirus lo han entendido mejor sin tener inteligencia humana. ¿O tendrán otra cuyas leyes solamente les incumbe a ellos?