1.10.18

El peligro de que los historiadores se marginen del debate público. Gonzalo Pontón




















Gonzalo Pontón, historiador y ensayista, en Babelia: "Pienso en la responsabilidad de los historiadores". Casualmente es un pensamiento que me acecha también con frecuencia. Puesto que la sociedad no se entiende fácilmente -es plural y hay tantos planos culturales como de intereses en su seno- recurro a quien nos podría explicar los aconteceres de la Historia. Continúa Pontón: " Su honestidad profesional y su metodología científica los obliga a verificar y falsar sus hipótesis de trabajo antes de presentar sus conclusiones. Y su disciplina los fuerza a ser sumamente críticos ante los usos y abusos de la historia. ¿Por qué, entonces, esos científicos sociales permiten que la irracionalidad, la mentira recalentada, la falsedad y el cinismo se hayan apoderado de una consciencia ciudadana machacada por la propaganda política de casi todos los colores, donde 'lo limpio es sucio y lo sucio limpio, pero lo sucio es útil y lo limpio no' (J. M. Keynes)? ¿Por qué no denuncian las manipulaciones de los políticos para conseguir que las gentes voten como autómatas, si saben que la política 'es el hábitat natural de los estafadores, los fulleros y los sinvergüenzas' (J. K. Galbraith)? ¿Por qué enmudecen cuando periodistas de fortuna, publicistas mercenarios y tertulianos a granel sostienen en los medios mentiras mil veces debeladas por ellos en sus propios textos? Así hemos llegado a que aparezcan en los medios individuos ignaros afirmando enfáticamente que Franco nunca mató a nadie".

Tantas preguntas que él y muchos nos hacemos. Nadie como los historiadores tienen a su alcance los datos, métodos, ubicación laboral y capacidad de analizar y comparar factores de la compleja vida del país como lo tienen ellos. Pero siguen sucediendo cosas, en la sociedad actual se sigue ignorando lo que hubo, se montan explicaciones, que no interpretaciones, míticas o de justificación interesada, la enseñanza no está a la altura de la verdad y la conclusión es que las nuevas generaciones saben lo mismo o menos que las de sus padres o abuelos. Al menos estas tenían testimonios más o menos directos e inmediatos y se debatía con ellos en la mano.

La perplejidad que algunos tenemos la participa también Gonzalo Pontón: "No soy ningún ingenuo; soy, ya, viejo. Y conozco bien el descrédito de la cultura y el ningún caso que una sociedad filistea hace a los científicos sociales, que no tienen otro poder que el de sus saberes. Pero si los historiadores se marginan del debate público, si no se sumergen en la sociedad, fajándose en ella, si no tienen nada que decir a los hombres y mujeres de hoy, si no pueden ayudarlos en sus angustias y en sus esperanzas, entonces ¿de qué vale su ciencia?"

He ahí la clave. No basta con la investigación de gabinete y puertas adentro, cuyo fin es realizar algunas tesis, publicar algunos libros y que queden en los anaqueles de las bibliotecas que apenas manejará nadie. O los saberes se traducen en divulgación honesta y a su vez esta desemboca en debate y conocimiento amplio entre los miembros de la sociedad o se podrá decir que prospectar la Historia que nos atañe a todos no sirve para nada. Los historiadores deberían mojarse más en el espacio del debate público, para ayudar a hacer país y menos circo, mediático o partidista. Mientras, hay una parálisis -salvo honrosas y varias excepciones- de llevar el conocimiento del pasado y su repercusión en el presente a la sociedad, hay una dejación de la participación de los historiadores entre los políticos y los mass media, y lo que cunden son los profetas, los constructores de mitos, los eternos adulteradores del pasado en aras a su propio beneficio actual, en fin, los inventores de cuentos (León Felipe protestaba poéticamente: 'Me sé todos los cuentos'). Y ellos, esa gente que fomenta confusión, enfrentamiento y parcelas de poder para ellos mismos, sí que influyen. Y hay que ver cómo y con qué riesgos para todos.