Aviso a los navegantes políticos emergentes por parte del escritor Antonio Muñoz Molina: "Vivimos una época de abaratamiento mental en la que la juventud, por sí misma, se considera un mérito político, y en la que las ocurrencias indumentarias o capilares se presentan como declaraciones de principios". La antítesis de tiempos antiguos y tribales, o no tan tribales, en que la ancianidad, por sí misma, se consideraba sabia. Naturalmente ni eran sabios todos los viejos ni todos los jóvenes de ahora se dejan camelar por la trayectoria de la moda política que parece imperar. Sin embargo, es cierto que la experiencia como valor virtuoso parece estar en decadencia. Muchos jóvenes advenedizos a la cosa pública se exultan y exaltan extremadamente para satisfacer su narcisismo como si fueran un pozo de ciencia.
El mayor error que podríamos cometer todos es caer en un enfrentamiento entre generaciones. Bien porque las mayores desconfíen de lo nuevo o porque las jóvenes se duchen en su engreimiento apartando a los que tienen callos en el culo de tanto ver cosas y pagar frustraciones. Y no perdamos el buen uso de las palabras. Ya decía Marco Aurelio que "las palabras antaño familiares, son ahora locuciones caducas". Impidamos que el lenguaje pierda el norte de la expresión de la lógica, de la sensatez y de la razón. Mucha palabra de hoy día lleva camino de no significar más allá de una ocurrencia. "El lenguaje tiene luz, y no es una metáfora", opinaba hace poco Emilio Lledó. Que se lo apliquen los próceres que no quieren soltar el sillón y los aprendices de brujo que creen descubrir el mundo de la representación política. Apliquémonos todos.
El mayor error que podríamos cometer todos es caer en un enfrentamiento entre generaciones. Bien porque las mayores desconfíen de lo nuevo o porque las jóvenes se duchen en su engreimiento apartando a los que tienen callos en el culo de tanto ver cosas y pagar frustraciones. Y no perdamos el buen uso de las palabras. Ya decía Marco Aurelio que "las palabras antaño familiares, son ahora locuciones caducas". Impidamos que el lenguaje pierda el norte de la expresión de la lógica, de la sensatez y de la razón. Mucha palabra de hoy día lleva camino de no significar más allá de una ocurrencia. "El lenguaje tiene luz, y no es una metáfora", opinaba hace poco Emilio Lledó. Que se lo apliquen los próceres que no quieren soltar el sillón y los aprendices de brujo que creen descubrir el mundo de la representación política. Apliquémonos todos.