30.5.13

Acompañamiento














Octavio Paz (recurrente su lectura): "Cuando estoy solo no estoy solo: estoy conmigo; estar separado no es estar escindido: es ser uno mismo. Con todos, estoy desterrado de mí mismo; a solas, estoy en mi todo". Debe ser por una razón análoga a la que expone el poeta por la que no siento nunca la sensación de aburrimiento. Y si ésta acecha, leo: vivo.


28.5.13

Un poeta secreto al descubierto













No a la transmigración en otra especie.
No a la post vida, ni en cielo ni en infierno.
No a que me absorba cualquier divinidad.

No a un más allá, ni aun siendo el paraíso
reservado a islamitas, con beldades
que un libro garantiza siempre vírgenes.

Porque esos son los juegos para ingenuos
en que mi agnosticismo nunca apuesta.
Mi envite es al no ser. A lo seguro.

Rechaza otro existir, tras consumida
mi ración de este guiso indigerible.
Otra vez, no. Una vez ya es demasiado.

Leo como una herencia este poema. La hago mía. Me regusto al bailar en torno a su cadencia. También me complazco en confirmar o desechar lo que dice en cada verso. Por aquello de que uno lee lo de otros no como algo lejano sino como algo que le afecta o puede tocar. José María Fonollosa: un poeta secreto, del que se publicaron más libros suyos después de muerto. Dicen que el poema de marras lo encontraron sobre su mesa de trabajo al morir. El hecho de la muerte del otro nos remite de inmediato a la curiosidad de saber de qué murió. ¿Por simple curiosidad morbosa? No. Por deducir más gestos. Por ejemplo, si ese poema tuvo algo que ver. Huele tanto a testamento como a acta de fe personal. Dejando de lado algún matiz lo hubiera escrito yo antes o después.



25.5.13

La alegría de Tayyeb Saleh














Día de sol e invitación a la danza. "Quiero arrebatar a la vida lo que me corresponde, quiero dar a manos llenas, quiero que el amor desborde mi corazón y fluya y fructifique. ¡Cuántos horizontes por descubrir!, ¡cuántos frutos por recoger!, ¡cuántos libros que leer y cuántas páginas en blanco en el registro de los tiempos, en las que escribir una frase luminosa con mano audaz!", dice en Época de migración al norte el escritor sudanés Tayyeb Saleh. Ahí es nada la loa, la plegaria o la evocación. La alegría y la actitud expectante. El reconocimiento de los dones y el uso de la vida que nos gratifica. Decido aprender la oración -no solo sintáctica-  de memoria para los días funestos que visten de gris y no reflejan ni la sombra.


23.5.13

Un apunte sobre el Cantar de los Cantares

















Hoy he estado practicando una de mis debilidades. Releer al azar algunos textos de Octavio Paz. Su visión siempre me ha parecido tan aguda como provechosa para mi yo receptor que entiende que la lectura siempre es una búsqueda. También una ratificación de un cierto o abundante interés por la vida. La cuestión que se le plantea a uno cuando vuelve a leer algunos escritos es que redescubre lo olvidado o levanta un nuevo conocimiento sobre lo ignorado. (Nerviosismo a continuación por no disponer de tiempo y capacidad suficiente para reincidir en los temas) El texto de Paz que he leído versa sobre el Cantar de los Cantares de Salomón. "La tradición judía y la cristiana han interpretado esos poemas  -dice Paz-  como una alegoría de las relaciones entre Jehová e Israel o entre Cristo y la Iglesia". Me hace pensar en el maniqueísmo y debilidad de la base ideológica de tales religiones. Al justificar el Cantar como una alegoría, ¿no están asumiendo tales ideólogos una dependencia de algo más tangible, expresivo, creador y gozoso que sus burdos presupuestos ideológicos? La excusa erótica puede estar dotada de mayor carácter de divinidad que las abstracciones conque justifican aquellas reformulaciones morales y de control social que luego imponen.


19.5.13

Una cita en el correo














Recibo de un amigo con el que tomo café por las mañanas un email con esta cita. "Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no con bienes, sino con favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias y no por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos, sino que, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare en que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada." Sesenta años largos después de ser emitida esta opinión sigue la condena. Si ninguna de las observaciones que propone ha cambiado y mucho menos mejorado, la aflicción de Sísifo debe ser más monumental que la montaña que sube y la roca que arroja incesantemente. La cita es de Ayn Rand, una defensora controvertida del capitalismo ¿utópico? 



17.5.13

Consejo sabatiano











Ernesto Sábato, en una de sus cartas de La resistencia: "...Cuántas veces les he aconsejado a quienes acuden a mí, en su angustia y en su desaliento, que se vuelquen al arte y se dejen tomar por las fuerzas invisibles que operan en nosotros. Todo niño es un artista que canta, baila, pinta, cuenta historias y construye castillos." Lo sabía. No estoy seguro de alentar el artista pero me ratifico en un estado de niñez nada desdeñable. De insólitas consecuencias y no menos sorprendentes revelaciones. Espero.



14.5.13

El relato es cosa de los pobres. John Berger

























"El secreto del impulso narrativo de los pobres yace en la convicción de que contar historias permite que se escuchen en algún otro lugar donde alguien, o tal vez una legión de personas, entiendan mejor que el narrador o los protagonistas lo que la vida significa. Los poderosos no pueden contar historias: un alarde es lo opuesto a un relato. Cualquier historia, por afable que sea, tiene que ser valiente, y los poderosos de hoy viven con nerviosismo. 

Una narración remite la vida a un juez alternativo o más concluyente, que está lejos. Tal vez ese juez se sitúe en el futuro, o en un pasado pendiente, o quizá en otro lugar, tras de la loma, donde el sino del día cambió (los pobres tienen que referirse con frecuencia a la buena o mala suerte) y donde los últimos son ya los primeros. 

El tiempo de los relatos (el tiempo dentro de la narración) no es lineal. Los vivos y los muertos se reúnen como oyentes y jueces dentro de este tiempo: mientras más hagan sentir su presencia ahí, lo narrado se vuelve más íntimo para quien escucha. Los relatos son una manera de compartir la convicción de que la justicia es inminente. Apelando a tal convicción, los niños, las mujeres y los hombres lucharán con ferocidad sorprendente llegado el momento. Es por eso que los tiranos temen el acto de narrar: de alguna manera, todas las historias aluden a la historia de su caída. 

<Adondequiera que iba, bastaba que prometiera contar alguna historia, y la gente le permitía quedarse por la noche: un relato es más fuerte que un zar. Pero ocurría algo: si comenzaba a contar historias antes de la cena, nadie sentía hambre y no le daban de comer. Por eso, primero que nada, el viejo soldado pedía un tazón de sopa.>" *

* (Andréi Platónov, The Portable Platonov)



Este texto aparece en el libro de John Berger Con la esperanza entre los dientesHabía leído poco a John Berger, y nada aún de Plátonov. Berger es como un sereno de la vereda de antaño, figura que nadie recuerda. Abre puertas aunque no des palmadas. La puerta del ruso se anuncia de tal envergadura que no sabes si empequeñecerás aún más al traspasar el umbral. Dándonos prisa aún se pueden hallar textos de Berger en las librerías. De Plátonov  -mi librero dice que es grande entre los grandes- apenas encuentras algo en castellano. Me van a pedir la que acaso es su principal obra rebelde, Chevengur. Un relato que debe haber sido fatal porque de la otra Rusia desapareció durante setenta años y de la sociedad occidental casi otro tanto. La verdad es que siento la morbosa atracción de la fatalidad tanto como una cierta repulsión por la crudeza que puede contener la novela. Debo estar acostumbrándome a los tiempos descafeinados.


  

11.5.13

El vacío de las doncellas
















Malherido, resiste. Y el héroe que se postula canta ya la victoria. Asterión se arrastra con el dardo profundo en sus entrañas. Han sido liberadas las doncellas y la nave se aleja del laberinto. El mito debería acabar aquí. Pero ellas se asoman a cubierta. Lanzan ayes al contemplar los estertores de su antiguo carcelero. Le llaman con angustia, le compadecen, le reclaman, lloran con acritud. Teseo, desde el timón, se desespera al contemplar su obra demediada. 

Ha vencido al monstruo, pero no cuenta con el apoyo de las vírgenes. Demasiado tiempo han pasado en el reducto de la bestia, piensa, y no han visto nunca otro país. Teseo cree que es la ausencia del laberinto lo que las confunde. La falta de horizontes, el desconocimiento de otros paisajes, la privación de los aprendizajes. Él ha llegado hasta la ciudad de los sacrificios, precisamente para que ellas descubran el mundo de las posibilidades. Eso es lo que las dice. Para ello ha realizado un viaje arriesgado y cumplido una misión difícil. El rescate ha sido doble: ha sacado a las jóvenes de la cautividad y, por otra parte, ha eliminado al agente del sometimiento. Deberían agradecérselo, cree. Pero ellas, lejos de dejarse convencer por el razonamiento del héroe, siguen invocando a la fiera. Minotauro, padre, no sufras, le gritan. Esposo, no nos dejes, braman. Amante, no nos traiciones, se desgañitan. Hacedor, no nos abandones a la privación de lo ignoto, vociferan. Asterión escucha acongojado los lamentos de las doncellas. Es amarga la separación, mucho más dura que la propia muerte, se repite a sí mismo. 

En la caída final, baboseando sangre y desesperado por los dolores, el Gran Híbrido encuentra alivio en esas hijas que le recuerdan, en esas esposas que le retienen, en esas amantes que le desean, en esas obras que él ha recreado. Pero los dioses también saben ser clementes y equitativos, y manifestarse a través de la naturaleza de las cosas. El mar ha escuchado las lamentaciones de las doncellas y sale en su ayuda. Conviene con los vientos en que la nave no avance. Expande su manto azulado sobre Minotauro para ocultar su sangría y que muera en paz. El segundo mito debería terminar en este instante. Pero Teseo, sintiéndose herido en su amor propio y cuestionado en su altísimo cometido, se enfurece. Mas nada puede hacer ya. Los elementos no están de su lado. Las mujeres le han dado las espalda definitivamente por su fiereza y su capacidad manifiesta de engaño. La nave está enteramente en manos de ellas. Junto con las aguas y los vientos pueden decidir el futuro del tercer mito.


10.5.13

Asterión

















Asterión, Asterión. Eres todo fortaleza, pero ya es sabido que la bestia cae derribada con frecuencia ante la apacibilidad de la durmiente. Aparentas fiereza durante las horas diurnas y en la vigilia constante que despliegas ante los intrusos. Mas te vuelves tierno cuando la noche acecha. Conoces mejor que nadie el recorrido del laberinto, aunque a veces te sientes perdido dentro de él, porque en la costumbre está la trampa. No hay una configuración fija, inalterable, eterna. Cada día se modifican las calles, se enervan las alturas, se trazan las travesías, nacen espontáneos los callejones sin salida. Tal vez incluso se amplía el perímetro de sus murallas y de sus recovecos. Y cada jornada tienes siempre algo que aprender de su expansión. Es tu hábitat. Pero no por crecer hallas más libertad de movimientos en su áspero seno. 

Cierto que te llegan aromas de otro mundo. El viento que se cuela en el laberinto huele unos días a mar, otros a trigo, otros a foro donde se exhibe el labris, otros a barrio donde bulle el gentío. Cierto que traspasan los muros de tu bosque cerrado los sonidos del más allá. El aire puede transportarte canciones de juegos infantiles, súplicas de madres, llantos de amantes robados, baladas de pastores que otean los paisajes abiertos que tú añoras tanto desde que te fueron privados, cantos guerreros de ejércitos que podrán imponerse a sus vecinos pero que no han podido todavía contigo. Cierto que iluminan tu cielo el tránsito juguetón de las nubes, el raso azul del cielo, el ardor implacable del sol, el apaciguador tejido de las estrellas. De alguna manera te recompensan de tu destino desdichado. 

En ocasiones te preguntas cómo será todo ese territorio que está al otro lado de tu condena. Sientes su atracción. Sientes una llamada poderosa que, sin embargo, no puedes seguir. En el fondo, no quieres salir de tu inmensa cella. ¿Sabrías estar fuera de tu cubículo de sangre y semen? Probablemente tratarías de convertir en un dédalo inmenso todos los territorios que conquistases. Porque no tienes otra referencia. Porque has olvidado otra vida posible, aquella que anteriormente te fue negada. No pretendes liberarte de tu misma condición. No puedes traspasar las almenas ni atravesar las puertas que no se han construido. Por ello tratas de adecuar tu espacio con la simulación de una vida que no es. Haces frente a los competidores que juegan a héroes, pero acoges a las doncellas con la delicadeza y el respeto que corresponde a tu nobleza. Nada obtienes de ellas sin que ellas te lo concedan. Si con los infiltrados armados, que pretenden asesinarte a traición, te muestras inclemente y fiero, con las jóvenes entregadas por los reyes cobardes adoptas una actitud comprensiva. Ellos, que vienen a traer tu muerte, no se merecen la piedad. Ellas, que llegan para aplacar tu deseo, deben ser ensalzadas y es tu deber salvaguardar su existencia. Te burlas del martirio estéril de los jóvenes varones que han accedido a tus dominios. Pero admiras la profundidad del sueño al que la mujer, agotada por el miedo o la confusión, se deja vencer. Esa caricia en ciernes obra como un punto de contrición. ¿No es ése el resquicio de salvación que les queda siempre a los Minotauros?


7.5.13

El martirio, según Schnitzler
















"Lo único que prueba el martirio es la intensidad de la fe, no su verdad". Inevitable pensar entonces en los fanáticos de todas las religiones, en los defensores a ultranza de ciertas ideologías, pero sobre todo en cuantos nunca eligieron ser mártires, que no se expusieron por las buenas al crimen y que fueron maltratados hasta el exterminio. En la historia del martirio la verdad no ha contado nunca, si bien es la que desvela el fanatismo de la fe ciega. Un aforismo del autobús. Aclaro: leído en el autobús, pero su autor es Arthur Schnitzler. Sí, el novelista y dramaturgo, el amigo de Freud. Uno de mis viejos descubrimientos personales como lector. Un autor abierto a las búsquedas. Tal vez por ese espíritu que navega entre sus Relaciones y Soledades es por lo que llevo encima el librito allí donde voy. Un solo pensamiento de Schnitzler compensa la tardanza del recorrido y la aglomeración.  

6.5.13

Las decisiones




Apunto: "...En la vida le pasaba igual, resulta tan empobrecedor  -decía- atenerse de forma rígida a lo que se ha elegido, descartando cualquier otra posibilidad igualmente interesante, y sin embargo hay que contar con ello, nos pasamos la vida decidiendo, por mucho que nos agobie decidir, ésa es nuestra condena, la sed de infinitud chocando contra los barrotes de la jaula". Carmen Martín Gaite en su novela Lo raro es vivir. Uno compara lo que lee con lo vivido. Esas primeras etapas en que nada se elige. Caes donde caes y como caigas. Más tarde se elige: o bien por acuerdo e inercia con lo que te fue dado o bien a la contra, con todos sus riesgos. No sabría decir qué actitud va a deparar mayor satisfacción. Nos pasamos la vida decidiendo, pero también dudando. Para algunos incluso su estado de costumbre es la indecisión perpetua. Todavía es mayor condena. 


4.5.13

Activar el gozo














Chantal Maillard: "El gozo está detrás de cada puerta, de cada paso, de cada encuentro, a pesar del cansancio, a pesar del cuerpo que se tensa para evitarlo". Contraste de energías. El cuerpo debe hacer el esfuerzo de abrir la puerta, dirigirse a alguien o a algo, mirar y hablar de frente al sujeto o al objeto. Aunque solo se verbalice para uno mismo, la percepción del gozo se ha manifestado. Estaba dentro de ti, vivo. Confiando en ti, para ejercitarse.


1.5.13

Al vuelo



Dispuesta a iniciar el vuelo. Última mirada al pasado de su mente. Es lo que me sugería la fotografía adjunta al iniciar este blog de anotaciones. Nada entiendo de aviación, escasamente de guerras (qué suerte) y apenas repito acerca de la mente sino aquellos lugares comunes que se comentan por ahí. Sí descubro que la piloto de mirada perdida en no se sabe qué nubes se trata de Amy Johnson. Una pionera de la aviación de su Graciosa Majestad, que protagonizó el ránking de mujeres piloto y que con un desplazamiento desde la metrópoli hasta Australia de casi 18.000 kilómetros (debería haberlo dicho en millas) batió un record.

Amy Johnson también tuvo el honor de ser pionera de la muerte a los treinta y ocho años. Pero el honor de morir por su Graciosa Majestad en una guerra contra el feroz Teutón (ferocidad que la política del Foreign Office no mostró demasiado interés en detener a tiempo) era como una consagración. Puede que muchos darían lo que ella por estar algún día en los libros de texto o en internet, pero a mí me parece sumamente estúpido y más si se defienden causas ajenas. No sé si la mirada de inocencia de Amy se hubiera merecido otro destino. Al fin y al cabo, ese mirar todo y acaso a todos por encima de las circunstancias y de nuestra condición de metecos es la que la llevó en 1941 al Olimpo. Pero yo elijo esa suavidad de facciones de otro mundo para empezar estas letras.