25.5.14

Si Larra nos viese hoy














Fígaro en La Revista Española en el año 1833: "«En este país...», ésta es la frase que todos repetimos a porfía, frase que sirve de clave para toda clase de explicaciones, cualquiera que sea la cosa que a nuestros ojos choque en mal sentido. «¿Qué quiere usted?» -decimos-, «¡en este país!» Cualquier acontecimiento desagradable que nos suceda, creemos explicarle perfectamente con la frasecilla: «¡Cosas de este país!», que con vanidad pronunciamos y sin pudor alguno repetimos." Cierto y sigue en vigor, aunque ya de forma muy minoritaria. Mas doy fe de ello, porque uno mismo cae en la expresión cuando percibe que este país le resulta oneroso y desalentador. Cuando uno habla del país como abstracción donde conjurar lo que considera agravio y desencuentro. País, por otra parte, que no podría tener sentido sin el paisaje y el paisanaje. Una tríada que hace del juego de palabras un acervo que contiene pero malamente explica.¿Desde cuándo vendrá la expresión? 

Continúa Mariano José de Larra en su artículo: "Creo entrever la causa verdadera de esta humillante expresión. Cuando se halla un país en aquel crítico momento en que se acerca a una transición, y en que, saliendo de las tinieblas, comienza a brillar a sus ojos un ligero resplandor, no conoce todavía el bien, empero ya conoce el mal, de donde pretende salir para probar cualquiera otra cosa que no sea lo que hasta entonces ha tenido." Pero, ¿no habíamos hecho una transición apenas unas décadas? Discutimos todavía si fue lo posible, o imperfecta, o incompleta...o semipensionista. Y uno se pregunta sin cesar: ¿es que la historia de este país es la repetición de transiciones porque a su vez ha retornado cíclicamente a noches de los tiempos de escaseces, penurias y persecuciones? 

Quiero hacer caso de la recomendación del maestro, aunque no me basta la buena intención: "Borremos, pues, de nuestro lenguaje la humillante expresión que no nombra a este país sino para denigrarle; volvamos los ojos atrás, comparemos y nos creeremos felices. Si alguna vez miramos adelante y nos comparamos con el extranjero, sea para prepararnos un porvenir mejor que el presente, y para rivalizar en nuestros adelantos con los de nuestros vecinos: sólo en este sentido opondremos nosotros en algunos de nuestros artículos el bien de fuera al mal de dentro. Olvidemos, lo repetimos, esa funesta expresión que contribuye a aumentar la injusta desconfianza que de nuestras propias fuerzas tenemos. Hagamos más favor o justicia a nuestro país, y creámosle capaz de esfuerzos y felicidades. Cumpla cada español con sus deberes de buen patricio, y en vez de alimentar nuestra inacción con la expresión de desaliento: «¡Cosas de España!», contribuya cada cual a las mejoras posibles. Entonces este país dejará de ser tan mal tratado de los extranjeros, a cuyo desprecio nada podemos oponer, si de él les damos nosotros mismos el vergonzoso ejemplo."

Pero para que los buenos y grandes deseos de Mariano José se lleven a efecto, ¿no tendremos todavía que cambiar mucho en este país? De momento voy a dar un paso adelante. A partir de ahora cuando me queje sustituiré la expresión este país por la de este paisanaje. Creo que es más concreto y ceñido a las limitaciones de la realidad. Que este paisaje de hoy reparta suerte.