"Eréndira, que nunca hablaba si no era por motivos ineludibles, preguntó:
- ¿Qué día era en el sueño?
- Jueves.
- Entonces era una carta con malas noticias"
Premonitorio o casual, en jueves ha sido la muerte del autor de La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada, a la que pertenece la cita. Cierto que quienes leímos sus novelas -pero no solo las suyas- disfrutamos y nos dejamos deslumbrar por una manera de narrar con exuberancia y también con precisión volandera. No sé si a quienes habíamos sido fieles de Pablo Neruda, antes de descubrir a los más contundentes poetas tipo Vallejo o Huidobro, nos atrapó la onda de García Márquez más que a otros o si se trataba de lo complementario en narrativa. Y luego el peso del boom literario -a ver si nos vamos a olvidar ahora de Cortázar, Carlos Fuentes y demás corte literaria , por ejemplo- que íbamos descubriendo primero a cuentagotas, después en cascada. Luego vino el encasillamiento del autor en ese término que nunca me ha gustado, pero que resulta muy comercial de lo del realismo mágico. Me quedo con el placer. Los que no somos especialistas en nada respecto a valorar la literatura no sabemos apenas hablar sino de placer. Sí, ya sé que Cien años de soledad es uno de esos libros que puedo intentar releer porque me lo pasé bien, si aún me queda tiempo vital. Hoy los periódicos caen en la desmesura de convertir en dios monoteísta a un humano de alcance en las letras. Pero ese es otro tema. Si encuentro a Eréndira, le preguntaré qué le ha parecido.