"El Paraíso terrenal está dondequiera que vaya", dice Voltaire en su poema El mundano. Años más tarde, al conocer la magnitud y los efectos de la catástrofe del terremoto de Lisboa de 1755, se desdijo en cierto modo de una frase excesivamente ilusoria. ¿Pensarán los mineros de idéntica manera tras vivir una de las desgracias recurrentes que padecen? Ellos, que están en contacto más directo y hondo con la materia de la que se supone debería estar formada un paraíso, solo sonreirían sarcásticos. Naturaleza material y hombres -no somos sino parte y a su vez afinación de aquella- se confabulan para sobrevivir desde el origen de estos, tal vez de ambos. Siempre con clara desventaja de unos. Acaso por esa razón parte de esa lucha por la vida consiste en dotarse de ilusiones, incluso con excesiva ceguera, por aquello de rebajar la dureza y la tensión. "Un día todo irá bien, esta es nuestra esperanza. Todo va bien ahora, esta es la ilusión", corrigió Voltaire diferenciando matices. No sé si pensarán lo mismo los mineros. Pero la materia que tratan, su trabajo en las entrañas, la conversión de sus vidas en riesgo desde el primer paso de su casa a la mina...¿no exige demasiado ejercicio de ilusión? Pensamientos para una invitación a que todos traguemos saliva.