31.10.13

Un paraíso perdido que nunca existió












"El Paraíso terrenal está dondequiera que vaya", dice Voltaire en su poema El mundano. Años más tarde, al conocer la magnitud y los efectos de la catástrofe del terremoto de Lisboa de 1755, se desdijo en cierto modo de una frase excesivamente ilusoria. ¿Pensarán los mineros de idéntica manera tras vivir una de las desgracias recurrentes que padecen? Ellos, que están en contacto más directo y hondo con la materia de la que se supone debería estar formada un paraíso, solo sonreirían sarcásticos. Naturaleza material y hombres  -no somos sino parte y a su vez afinación de aquella-  se confabulan para sobrevivir desde el origen de estos, tal vez de ambos. Siempre con clara desventaja de unos. Acaso por esa razón parte de esa lucha por la vida consiste en dotarse de ilusiones, incluso con excesiva ceguera, por aquello de rebajar la dureza y la tensión. "Un día todo irá bien, esta es nuestra esperanza. Todo va bien ahora, esta es la ilusión", corrigió Voltaire diferenciando matices. No sé si pensarán lo mismo los mineros. Pero la materia que tratan, su trabajo en las entrañas, la conversión de sus vidas en riesgo desde el primer paso de su casa a la mina...¿no exige demasiado ejercicio de ilusión? Pensamientos para una invitación a que todos traguemos saliva.  




5 comentarios:

  1. La distancia
    a los círculos escondidos del infierno
    es siempre la misma.
    Salud
    Francesc Cornadó

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  2. Cuando todo esto se haya arreglado,

    la roca de Sísifo se habrá desgastado y sólo será un pequeño guijarro que el maldito condenado lo llevará en su bolsillo mientras pasea por la ladera del monte, caminando entre los mirtos olorosos, y al atardecer, descansará contemplando el mar antiguo;

    el holandés errante habrá llegado a buen puerto, donde su amada le jurará amor eterno y vivirán más de una noche de amor y asomados a la ventana contemplarán el mar antiguo;

    los cinco panes y dos peces que se multiplicaron ahora serán tartas Sacher y lubinas al horno que los comensales degustarán a la sombra de las acacias contemplando el mar antiguo.

    salud
    Francesc Cornadó

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  3. No se puede vivir sin riesgos. Acepto e incluso ofrezco voluntaria y voluntariosamente un riesgo calculado, razonado y razonable por y para quien lo afronta. Lo que no tolero es que entren en juego otros factores muchos más oscuros y sucios, que escapan a las manos y voluntades de los verdaderos protagonistas. Es demasiado fácil arriesgar el pellejo ajeno. Abrazos.

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  4. Los mineros corren riesgos y lo saben, lo que se puede y se debe hacer, es minimizarlos.
    Muchos son los trabajadores en este país que mueren en el trabajo del 2005 al 2010 morían de media unos mil trabajadores al año, sin embargo, nadie se acuerda de ellos, como nadie se acordaba de las medidas de seguridad en la construcción cuando en España la ardilla (que nunca existió, por cierto) de Estrabon podía cruzar la península de grúa en grua..

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  5. Trabajar en la mina no suele ser una elección sino más bien pura necesidad de trabajar, y los que pueden escoger nunca eligen ser mineros. Los riesgos que corren cuando trabajan en plantas a varios cientos de metros de la superficie son altos y ponen su vida en manos de los que deciden sus condiciones de trabajo. Pero no son ilusos, la mayoría son hijos y nietos de mineros y saben bien del riesgo que entraña su profesión, pero insisto, a la mina no entra cualquiera, y el que se atreve es por necesidad, no por osadía.

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