"La putrefacción cadavérica reina por doquier. En las urbes, en el campo y hasta en los océanos se impone la degradación…" ¿Comienzo de una novela tenebrosa del romanticismo? ¿Burlesco expresionismo? ¿Redomado surrealismo social? Nada de eso, y si bien habrá quien lo quiera entender como metáfora sería un error, porque la situación del mundo alarma. Lo dicen en una entrevista en
El salmón contracorriente Carolina Meloni y Julio Díaz, autores del libro
Abecedario zombi. "Ya hacía tiempo que se venía hablando de la muerte de muchas de las instituciones o ideas que servían para vertebrar nuestras vidas, como la del Estado o la del derecho, pero a día de hoy el hedor es aún más grande de lo sospechado hace una década. El panorama es desolador. Cada vez más parcelas de lo real devienen zombi. Y no es una metáfora. Cuando comenzamos a escribir este Abecedario éramos filósofos que robaban conceptos sociológicos o antropológicos para analizar esta realidad moribunda, pero lo hemos concluido como forenses que la diseccionan en busca de indicios y pruebas. Y no ha muerto de forma natural. Hay un claro asesino y se llama capitalismo".
¡Pesimistas!, ¡populistas!, ¡demagogos! saltará más de un lector al escuchar estas aseveraciones. Pero lo que los autores parecen plantear como un thriller se confirma en la vida real. Nada que toque el actual sistema de producción e intercambio de bienes, apoyado por poderes cada vez más concentrados y autoritarios, garantiza que el planeta, tanto la naturaleza como sus sociedades, estén a salvo. Todo lo contrario. Y en buena parte del mundo los hombres se comportan ya como muertos vivientes, que se mueven de un lado para otro por una serie de quehaceres preestablecidos e impersonales en gran parte de los casos, renegando de la riqueza de su propia individualidad. ¿Suena esto a aquel concepto tan citado como marginado de la alienación? "La working class se parece cada vez más a una walking class", comentan con extraordinario ojo clínico Meloni y Díaz. De clase trabajadora a clase de los muertos vivientes, se podría concluir con una imagen que actualiza y confirma los diversos ángulos con que se expresa hoy la alienación. Un concepto que no solo se limita a la venta de la fuerza de trabajo del asalariado tradicional, sino a la autoexplotación de amplios sectores sociolaborales (¿qué otra cosa son los denominados autónomos que inundan el mercado de trabajo hoy día?) o a la condición de obsesivo y ansioso comprador cotidiano o del colgado espectador de televisiones y redes sociales donde otros te lo dan hecho para que te hagas a la manera que ellos quieren. Es lo del cheque en blanco, o el relato mítico de la venta de la primogenitura por el plato de lentejas. Quién iba a decirnos que el individuo, que libera su carga manifestando su personalidad sea capaz de entregarla de manera tan zafia. Individualidad e individualismo, dos términos antitéticos pero que fomentan un círculo vicioso del cual no sabemos si se saldrá.