12.10.18

Ser y nada, de Julius Bahnsen a Josep Maria Esquirol


















Filósofo Julius Bahnsen, discípulo de Schopenhauer: "El hombre no es sino una nada autoconsciente". Leído así estremece la frase, como si se tratara de una descarga eléctrica. Pero, ¿nos habíamos creído los seres humanos que somos algo? Nos lo creemos, tal vez, cuando nos identificamos con los objetos, llámense entorno familiar, trabajo, propiedades o medios varios que hace que nos mantengamos. Los sentimientos, los afectos, los vínculos múltiples se cosifican para convencernos de que somos algo. Ni el pensamiento ni las ideas ni las teorías desarrolladas se libran de su parte alienante. ¿Dónde queda entonces la conciencia? Acaso en la autocomplacencia, en el apoyo y justificación de todo lo cosificado que nos une con el mundo. Y ese algo, curiosamente, nos reduce, porque somos seres cambiantes y en lo más íntimo lo percibimos, somos nadas móviles en busca de un algo circunstancial y efímero, que nunca será eterno pero con lo que debemos responder al aliento vital, a la dosis de autoconsciencia que hemos desarrollado desde la bajada del árbol del primate que nos antecedió. Otro filósofo y ensayista, Josep Maria Esquirol dice en La resistencia íntima: "En castellano, nada viene del latín nulla res nata, es decir 'ninguna cosa nacida'. Que las curiosas sendas de las palabras hayan hecho que en este caso se tomara solo el nata para mencionar la idea en su conjunto nos invita a preguntarnos si todo lo nacido lleva consigo el no ser constitutivo que poco a poco le va consumiendo desde el primer día hasta el final". Neurobiólogos dicen que el individuo empieza a morir desde al poco de nacer. Idea semi metafórica, medio eufemística y no del todo descaminada. Tal vez la muerte sea la adherencia natural que nos acompaña toda la vida -no obstante los ciclos que vamos recorriendo a medida que avanzamos en edad-  y que solo llega a su cumplimiento definitivo con la última pérdida de oxigenación.