"El hombre que no tiene música en su interior,
Aquel a quien la meditación no le sugiere dulces melodías,
No sirve más que para traidor, ladrón, malévolo;
La voz de su interior es lóbrega como la noche,
Su ilusión es árida como el Erebo.
¡No confíes en nadie semejante! ¡Escucha la música!"
Empezar septiembre con un poema de William, el vecino de Stratford-on-Avon. No creo que hable de pentagramas, pero sí de armonías. Algo anterior al método. No propone el sonido ajeno, sino la persecución de la voz interior. La creación mora en cada individuo, parece sugerir. ¿Pero somos capaces de dejarnos conducir por ella? Muchos son los ecos turbios que ocupan al individuo. Shakespeare da en el clavo. Ser, ante todo, es reconocerse. Oírse, descubrirse, pensarse. Hay una vertiente luminosa que echa un pulso con las tinieblas. Debemos decidir dentro de nosotros.