"El error es el punto de partida de la creación". Sabio George Steiner, en una entrevista en Babelia. Estos días vemos precisamente cómo las formaciones políticas que han obtenido resultados inesperados en las elecciones españolas no acaban de aceptar sus errores. ¿Será porque en lugar de mirar hacia dentro de sí mismas se quedan absortas a ver cómo tapan sus vergüenzas ante la contemplación exterior? El error no puede ser punto de partida de superación, y menos de creación, si se vive como una vergüenza que hay que negar u ocultar en lugar de verlo como un esfuerzo de reconocimiento. Malo si se está dando pábulo constante a la exhibición, cuando no a una especie de voyeurismo torpe, y se toman o no decisiones en función de la táctica pobretona de cada momento. Pero acaso eso nos lleve al estado general de la política, de la que dice Steiner: "Hay una enorme abdicación de la política en todo el mundo, la gente ya no cree en ella y eso es muy peligroso. Aristóteles nos dice: Si no quieres estar en política, en el ágora pública, y prefieres quedarte en tu vida privada, luego no te quejes si los bandidos te gobiernan". Riesgos de equivocarse y prospección de las causas de los errores deberían ir unidas. "Si tenemos miedo a equivocarnos, jamás podremos asumir los grandes retos", asevera tajante George Steiner. Lo malo del error es que hay muchas veces argumentos y pruebas suficientes de que el error se puede evitar. Pero cuando tiene lugar, ¿por qué no realizar un examen de conciencia colectivo para enderezar los entuertos?