Arrinconada Ángela Figuera Aymerich en su olvidado poemario Mujer de barro:
"Yo pasaré y apenas habré sido,
-frágil destino de mi pobre arcilla-."
Constatación de un estado: también claridad: también verdad. Quien piensa como la poeta Aymerich parece disponer de una conciencia fuerte en un ámbito frágil como un cuerpo. Pero el cuerpo no es endeble del todo: permite una temporalidad que da juego. ¿Lo premiamos a cambio de sus servicios con una ofrenda creativa? Solo un incauto o alguien que no se esfuerza puede pensar en la consistencia perpetua del cuerpo, ignorando la potencia de una parte sustancial del mismo. Estériles divisiones aquellas que se establecen entre cuerpo y alma, entre materia y espíritu, entre condición de hombre y divinidad. Solo reconociendo el valor de la generosa arcilla que nos hace se puede cantar con propiedad y, sobre todo, con esperanza, como hace la poeta:
"Hijo, cuando ya no exista,
tú serás mi carne, viva.
Verso, cuando ya no hable,
tú, mi palabra extinta."