Aforismo de Juan Eduardo Cirlot en su asombroso compendio poético Del no mundo: "El objeto del amor es el signo de la invalidez, de la carencia del yo." Sorpresa, aunque ¿quién no lo sospechaba? Y sin embargo se exalta tanto, desde perspectivas eróticas o doctrinarias, al objeto y a la entrega del amor..."Amar lo otro es no poder amar suficientemente lo uno, lo Uno. Es decir, ni el centro ahumano de la mismidad, que cabría imaginar inespacial e intemporal, esto es, acircunstancial." Probablemente los límites del hombre vienen marcados por la necesidad perpetua de tener testigos en gran parte de nuestras conductas, para que nos ratifiquen o para confirmarnos, ayudados de nuestra imaginación, con ellos, como si de este modo fuésemos más válidos. Y ahí, el objeto del amor ¿no sería precisamente la necesidad de uno o varios testigos que recojan nuestra íntima incapacidad del Yo? La historia del individuo es la de los límites, también la de una capacidad relativa, también la de la huida de los vacíos. ¿Será por el miedo al vacío -motivado principalmente por el dolor- por lo que Jean-Paul Sartre dijo aquello de "¿Dios es la soledad de los hombres"?