12.2.14

Leopoldo Pomés y la belleza




















Fotógrafo octogenario Leopoldo Pomés: "La belleza acecha por todas partes." Viene bien el matiz en tiempos en que muchos no la encuentran. ¿Acaso la buscan con lo próxima que está? ¿O consideran atractivo lo que no es sino cutre? Acechar no implica avasallamiento, pero sí exige un mínimo de receptividad. La belleza está al lado y dentro, en la distancia y en la cercanía, en la presencia y en la ausencia. Tiene tantos rostros como voces. Tantos colores como rumores. Tantas arquitecturas como actitudes bondadosas. La belleza es generosa, por propia naturaleza. Pomés, cuyo sentido de la belleza lo ha vinculado toda su vida con la fotografía, aclara: "La luz es su cómplice. A veces hay que disparar la cámara fotográfica para poseerla. Prácticamente desde que aprendí a mirar no he dejado ni un instante de hacerlo. Cuando el primer resquicio de luz choca con algo, en el nacimiento del día en mi dormitorio, ya se produce el milagro: la irrealidad se hace tangible, la belleza emerge y me provoca." Vivir en estado de gracia, dirían otros. ¿Qué mayor estado de gracia que no solo anhelar lo bello sino abrirse a sus manifestaciones y recibirlo, y luego, naturalmente, corresponder? Leopoldo Pomés lo hace: "Y así todo el día y todos los días. Un rostro ensimismado apoyado en una ventanilla de un autobús a las ocho de la tarde después de una jornada de trabajo, la sombra intensa de un árbol en el pavimento urbano de un día tórrido de verano, una silla vacía en la puerta de un garaje, todo está esperando, acechando. Las imágenes están provocando constantemente, sólo hay que aislarlas, detenerlas, poseerlas." ¿Tiene algo de seducción compulsiva esta peculiar persecución de la belleza? El fotógrafo catalán debe creerlo porque..."Me divierto mucho, pero también sufro, porque todo se escapa, no existe, ya ha pasado. Casi nunca llevo la cámara fotográfica encima, premeditadamente. Había llegado a no hacer nada, a no ver nada, con esta obsesión de la posesión." Solo tocamos el instante. Después, su condición de efímero hace que no lo retengamos. Sufrimos por la evanescencia, degustamos el recuerdo del placer que nos proporcionó. Bendita obra, perdón, bellísima mirada, acechadora también, la de Pomés.