El filósofo francés Roger-Pol Droit dice al principio de su libro 101 experiencias de filosofía cotidiana que del asombro nace la filosofía. Escuchado así de simple nadie lo pensaría. Él lo tiene claro: "Son las situaciones triviales, los gestos cotidianos y las acciones que realizamos continuamente las que pueden convertirse en puntos de partida de ese asombro". Propuesta primigenia: el hombre inicia su pensamiento con la observación más elemental. Esa observación puede acabar transformándose en un largo desarrollo de ideas que llega también hasta lo más complejo, no sólo como elaboración filosófica sino artística. La obra fotográfica de Chema Madoz, por ejemplo. Constructor de imágenes aparentes, que no son lo que parecen. Cuando le preguntan si es fetichista Madoz responde: "No. Pero sí considero que desde la infancia estoy prendado por el aura de los objetos, por su capacidad de absorber el mundo de las emociones. En el día a día nos dejamos llevar por su uso cotidiano, dando la espalda a su lado poético, al que quizá yo presto atención". La evocación de lo trivial y de lo ordinario, base de pensamiento racional y de la poesía. ¿No recorremos a todas horas con nuestro pensamiento y nuestra memoria tanto el cuerpo de los objetos que nos significaron como de las actitudes y gestos que nos dejaron impronta? Recorrido que es cauce reflexivo, crisol de interpretaciones, útero de criaturas llamadas ideas. Y las palabras deambulando siempre, buscando su ubicación adecuada. O enloquecida.
(Fotografía realizada por Chema Madoz, arriba, y el filósofo Roger-Pol Droit, abajo)