Al filósofo Emilio Lledó, a punto de cumplir su 90 aniversario, le preguntan en el diario El País si esperaba que después de 40 años de democracia pudiésemos llegar a la situación conflictiva que tenemos actualmente en España. Lledó dice:
"Me ha sorprendido muchísimo, porque yo he estado de catedrático en Barcelona, desde el 67 hasta el 78 y, con la excepción feroz de una cosa personal, he sido muy feliz como profesor, me he sentido enormemente aceptado.
P. ¿Ha faltado filosofía tal como la concibe, como entendimiento del otro?
R. Por supuesto, y ha sobrado ignorancia y pasión".
Se agradecen respuestas precisas y claras en tiempos de sofistas baratos y políticos metidos a trileros o a vendedores de feria, ¿o es al revés? Pero Lledó, con el bagaje que tiene sobre sus espaldas nonagenarias y perspicaces, producto de la sabiduría, sabe encontrar el tono y el lenguaje. Continúa:
"Yo no soy nacionalista, no sé lo que es. Nací en el barrio de Triana; a mi padre, que era militar, lo destinaron a A Coruña, a Vicálvaro, al acabar la Guerra Civil a la calle, después a Madrid. Cuando acabé la carrera y el servicio militar, en el 52-53, me fui a Heidelberg once años, tres en Valladolid, medio año en Alcalá de Henares, tres en La Laguna, once en Barcelona... ¿De dónde soy yo? Estoy orgulloso de haber tenido toda esta experiencia y de donde realmente soy hoy es de la lengua que puedo hacer con mi manera de pensar, de sentir, de querer, de aceptar a los otros. Esa es mi patria, esa es mi nación y ese es mi nacionalismo; por eso he sido feliz en todos los sitios en los que he vivido. En lo único que se me pudo notar algo de eso que llamamos nacionalismo es cuando estaba en Heidelberg. Me molestaba que hablasen tontamente con estereotipos de mi país, sobre todo porque he tenido la experiencia maravillosa de ser profesor de obreros españoles, la mayoría andaluces".
Utiliza Lledó la expresión aceptar a los otros y uno se sobrecoge, porque plantea en positivo la opción que nos falla habitualmente en toda clase de relaciones humanas. En cualquier plano. Probablemente sea una de las preguntas que más veces nos hacemos cuando teneos enfrentamiento con alguien: ¿por qué no nos entendemos? Y el filósofo nos aporta su visión: "Por prejuicios, por deformación mental. Qué duda cabe que pertenecer a una lengua tiene componentes sentimentales, pero ojalá yo fuera bilingüe o trilingüe, qué maravilla. Creo que es incultura, deformación, es el desgénero humano. Aristóteles inventa el verbo 'ser humano', que significa querer a los otros, proyectarte hacia los otros, entender a los otros, asimilarlos, hacerlos semejantes a ti. Solo nos diferencia la lengua matriz que hablemos, las ideas y la generosidad que podamos transmitir. Estos días, por estas razones de separatismo y no separatismo, me he sentido muy infeliz; hacía tiempo que no me sentía tan triste, desazonado, ¡hacía años! Creo que desde después de la guerra no me he sentido tan afectado, quizá se deba a que yo no tengo sentimiento nacionalista en este sentido".
Emilio Lledó no tiene el bálsamo mágico que nos salve de nuestras desdichas, ni se trata de tenerlo, pero nos transmite pensamiento racional. Ese sí que debería ser el método. Ya es bastante.
Emilio Lledó no tiene el bálsamo mágico que nos salve de nuestras desdichas, ni se trata de tenerlo, pero nos transmite pensamiento racional. Ese sí que debería ser el método. Ya es bastante.