No sé si este pensamiento del ocurrente monje Kenko Yoshida será muy apreciado por la época productivista -alocada y extrema- que vive ahora gran parte de la humanidad. Ni por la ansiosa mentalidad individualista que el acaparamiento de consumo hace creer a los ciudadanos que son poco menos que los reyes de Saba. "Cuando veo a hombres que se esfuerzan y animan mutuamente a trabajar con todo el interés, no puedo por menos de compararlos a los que con el mayor entusiasmo están tratando de levantar un Buda de nieve que han adornado con oro, joyas y piedras preciosas". La paradoja está servida. Nunca la carrera de producción y mercado fue tan extensa y competitiva como ahora. Nunca los artículos fueron tan efímeros. Nunca la socialización de bienes de uso estuvo tan cerca de tantas manos. Pero ¿está garantizada una perdurabilidad segura? "Me pregunto -continua Yoshida- si esta estatua de nieve les durará todo el tiempo que necesitan para poderla entronizar y venerar". Es como si el monje de hace casi ocho siglos viera a través de su bola de cristal los avatares de nuestro tiempo. Pero acaso no tanto de los procesos colectivos como de los límites y aspiraciones del individuo, siempre inestables cuando no quebradizos. Y alerta: "Nuestra vida es como la nieve. Creemos que todavía nos queda bastante, pero se nos va marchando por la base y, entre tanto, trabajamos por conseguir muchas cosas y soñamos con ellas". Ocurrencias de un ocioso, que decía el autor. Tsurezuregusa.
Ukiyo-e de Katsushika Hokusai