29.12.23

Piensa en los otros, cantó el poeta palestino Mahmud Darwix

 



No viene mal en estos tiempos de calamidad para los palestinos de Gaza que recordemos un poema del gran Mahmud Darwix. En junio de 1948 Mahmud Darwix y su familia tuvieron que salir  precipitadamente de Al-Birwa, cerca de Acre, expulsados por el recién creado ejército del Estado de Israel. La persecución de los palestinos ya viene de muy lejos. 

En algún sitio he leído que Darwix se nombraba a sí mismo como poeta troyano: "Yo he elegido ser un poeta troyano. Pertenezco decididamente a la facción de los perdedores: los perdedores privados del derecho a dejar huella de su derrota, privados hasta del derecho a proclamarla. Ahora bien, acepto la derrota, no la rendición". 

Tal vez su obra literaria haya sido la muestra de su voluntad irrenunciable. Dejo aquí el poema Piensa en los otros, un poema implícito y explícito que nos sigue sensibilizando acerca de los padecimientos de Palestina, y más en estas fechas de exterminio que se ejecuta de mano israelí. 



Piensa en los otros


Tú que te haces el desayuno, piensa en los otros
(no olvides alimentar a las palomas)

Tú que te enzarzas en tus batallas, piensa en los otros
(no olvides a los que piden paz)

Tú que pagas la factura del agua, piensa en los otros
(los que maman de las nubes)

Tú que vuelves a casa, a tu casa, piensa en los otros
(no olvides al pueblo de los campamentos)

Tú que te duermes contando estrellas, piensa en los otros
(hay quien no halla dónde dormir)

Tú que te liberas con las metáforas, piensa en los otros
(los que han perdido el derecho a la palabra)

Tú que piensas en los otros lejanos, piensa en ti
(di: Ojalá fuese vela en la oscuridad)


Del poemario Como la flor del almendro o allende (Ka-zahr al-lauz au abd, Beirut, Riad El-Rayyes, 2005) En español en Editorial Pre-Textos, traducción de Luz Gómez García.



25.12.23

Propuesta de Kenko Yoshida para evitar errores y aflicciones en la vida

 


Prudente propuesta de Kenko Yoshida en su obra Tsurezuregusa, u Ocurrencias de un ocioso: "En la vida, si quieres evitar yerros y aflicciones, lo mejor que puedes hacer es ser siempre sincero, respetar a todos sin distinción alguna y hablar poco." Espléndido objetivo con dificultad inherente. Porque ¿quién es por naturaleza sincero en un mundo de engaño? ¿Quién escrupulosamente respetuoso ante tanta soberbia o ira? ¿Quién puede ser capaz de callar mientras nos salpican las babas de los sabelotodo que no saben nada? O precisamente por eso el monje Yoshida conoce el percal de lo que habla. 

Continúa: "Todos los que obren de este modo serán estimados, jóvenes o viejos, pero especialmente si la persona es joven, bella y reservada nos seducirá tanto que no podremos olvidar su recuerdo." ¿Valora Yoshida esta disposición en aquellos que van recorriendo aún tempranamente la vida? Sin embargo, nosotros aceptamos con relativamente buen grado y hasta cierto punto comprensiblemente que los jóvenes sean imprudentes, charlatanes y expresivamente lúdicos. Y somos más duros y contundentes con aquella gente mayor que se supone de vuelta de la vida pero que no cesa en su charlatanería, en la imposición de sus criterios y en el desprecio por los otros.

De la observación como argumento el monje concluye: "Del deseo de mostrar que uno lo sabe todo, que conoce bien una materia, y de no mirar con estima a los demás, nacen todos los yerros y aflicciones."


Nota. Esta entrada ha sido propiciada por una lectura en el blog Un faro en Tule 


(Ukiyo-e de Katsushika Hokusai)

18.12.23

La lucidez de Franco Berardi

 


Franco Berardi, entrevistado por El País: "Tenemos que parar todas las formas de producción de soledad de masas y de destrucción de lazos de solidaridad, tenemos que parar la cultura de la competencia, tenemos que abandonar toda forma de sujeción psicopatógena. En definitiva, tenemos que desertar. Desertar de la guerra, desertar de la política, del mundo libre y de su contrario, desertar del trabajo precario y esclavizante y, lo más importante, la deserción de las deserciones, no generar a las vícitimas de los previsibles infiernos climático y atómico. Desertar de la reproducción de la especie". ¿Boutade? ¿Utopía decimonónica? ¿Pataleta de intelectual? Porque aunque se quisiera desertar -¿se quiere desertar realmente del horror en ciernes, cuando no ya presente?- uno se pregunta cómo poner el cascabel al gato de un proceso neurotizado y compartido socialmente con dirección al abismo. Acaba de tener lugar la magna reunión de la COP 23, sin que se hayan conseguido logros efectivos. 

Continua Berardi su demoledor planteamiento: "La palabra progreso ya no significa más que la acumulación de capital, el crecimiento económico, que no es un modelo viable, aunque puede ser que haya sido útil o necesario en cierta época de la historia". No cabe duda de que el modelo ni siquiera genera trabajo como en otras épocas, pues el desarrollo técnico ya suple la mano de obra a niveles nunca imaginados, y es en ese sentido donde en su relación de deserciones que propone la última, desertar de la reproducción de la especie, adquiera un valor de primera clase a pesar de la cultura natalista de las religiones con poder. 

Se le puede achacar a Berardi que plantea un desafío difícil, pero ¿acaso no lleva razón al señalar como objeto de su crítica las situaciones desenfrenadas que vivimos y que se desbocan en el planeta? ¿No hay lucidez además en su voluntad? No olvidemos que a la vez de hablar como un hombre de conocimiento habla como un individuo de edad muy avanzada que se permite sacar a relucir un tema acuciante, el de la vejez. "La vejez -dice Berardi- es naturalmente un problema personal, para tu cuerpo, para tu mente, pero hoy también es un problema estructural, es el mayor problema de la civilización blanca (...) Yo creo que no sabemos vivir la vejez, no sabemos elaborar el devenir viejos,  que es devenir nada, y, como no sabemos elaborarlo, ¿como reaccionamos? Como Trump, como hombres blancos frustrados y enfurecidos que pretenden vivir eternamente, buscando soluciones en la biotecnología, en la inteligencia artificial, incluso en la bomba atómica, porque, en último término, diría la civilización del hombre blanco: Si yo muero que mueran todos conmigo. Que no quede nadie". No es exageración de Berardi, aunque sea un discurso extremo. Generales rusos e israelíes o coreanos, por ejemplo, acarician de vez en cuando el exterminio atómico como medio de doblegar al enemigo. ¿No hay un rumbo en marcha, en Occidente al menos y quienes lo emulan, en que parece planearse de alguna manera la sustitución del individuo por la IA y otros sistemas robóticos, y quién sabe si por otras vidas?

Berardi vuelve a salvar su propio planteamiento con una intención constructiva, pero nada fácil: "La vejez es absolutamente revolucionaria si somos capaces de vivir el proceso de devenir nada, de ir hacia la muerte, como un proceso natural y agradable, si somos capaces de vivir el desvanecimiento de nuestro cuerpo y de nuestra mente como un acontecimiento extraordinario. Si logramos esto, si cambiamos la tradicional cultura de la resignación ante la muerte por una nueva cultura del devenir nada, daríamos un paso trascendental para salir de la locura de masas en la que estamos inmersos. Ahora bien, dudo mucho que la civilización blanca sea capaz de hacerlo". Arriesgado pulso de Berardi con el tabú principal de la especie humana, la muerte. Todo lo que dice puede parecer fuera de lugar, y sin embargo su crítica se basa en lo que hay y se manifiesta. Lucidez osada, enunciaciones de alternativas complejas, y como todo: el que quiera oír que oiga y entienda a Berardi.



6.12.23

World Press Photo y Bertolt Brecht

 



Leído en El País:

"Imagen ganadora del World Press Photo 2023. Traslado en camilla de Irina Kalinina, una mujer embarazada que resultó herida cuando estaba ingresada en el hospital materno infantil de la ciudad de Mariupol. El pasado 9 de marzo de 2022, las tropas rusas sitiaron y bombardearon la zona, y Maloletka captó el momento en que la víctima era trasladada en una camilla a otro centro médico. A punto de dar a luz en el momento del ataque, el bebé nació muerto y ella, de 32 años, falleció media hora después con la pelvis destrozada."

Lo curioso del caso es que la foto premiada -obra del ucraniano Evgeniy Maloletka- no va a ocupar la portada del Libro del año 2023, del concurso World Press Photo. ¿Temen una foto de portada que "hiere las sensibilidades"? Pues suena a hipocresía, aunque se justifique, ya que precisamente la acción de un fotógrafo en zona de guerra es levantar acta de la barbarie y tocar las sensibilidades. ¿Por qué no herir y entrar a saco en las sensibilidades de quienes no padecen? Si el espectador lejano se siente por ello herido, allá él y su blanca conciencia. Pero ni el espectador lejano ni el jurado de World Press Photo quedan a salvo de estar involucrados algún día en la sangre y el horror en sus propias carnes. 

No he podido por menos que recordar un poema de Bertolt Brecht, de antes de la Segunda Guerra Mundial. Se titula:


La guerra que vendrá 


La guerra que vendrá 
No es la primera. Antes de ella 
Hubo otras guerras. Cuando la última acabó 
Hubo vencedores y vencidos. 
Entre los vencidos los de abajo 
Pasaron hambre. Entre los vencedores 
Los de abajo pasaron hambre también.