Edgar Morin, sabio por saber observar el mundo e interpretarlo, en su artículo de ayer en El País Horrores y errores en tierra de mitos:
"El terrorismo de Hamás ha ocultado y oculta para muchos el terror de un Estado que ha tomado represalias contra dos millones de gazatíes por unos fanáticos despiadados, provocando 3.000 muertes. Y como ha anunciado Netanyahu, esto no es más que el principio.
El odio no es nuevo, pero ahora se ha desatado por parte de unos y de otros. Engendra la locura de la culpabilidad colectiva del pueblo enemigo, que a su vez suscita las peores crueldades y masacres, incluso de mujeres, niños y ancianos". ¿No nos recuerdan los sucesos actuales aquellos episodios bíblicos que tan bien supieron hacer de las narraciones orales y su posterior literatura la base del poder de los fuertes? ¿No se tiene la impresión de seguir actualizándose viejas historias porque sigue habiendo detrás la apetencia de las grandes potencias que juegan en el tablero de la disputa la hegemonía hoy más global que jamás existió?
Erudito Motrin: "Del mismo modo que es necesario mantener vivo el recuerdo de los millones de víctimas del nazismo, este respetuoso recuerdo no puede justificar la dominación que Israel ejerce sobre el pueblo palestino, inocente de los crímenes de Auschwitz.
¿Debe ser la maldición de Auschwitz el privilegio que justifique cualquier represión israelí? La colonización de Cisjordania, iniciada en el mismo siglo de la descolonización en África y en Asia, se parece en muchos aspectos a aquellas en las que las revueltas y las represiones hicieron que proliferaran los asesinatos sangrientos de civiles tanto entre los opresores como entre los oprimidos. La diferencia radica no solo en la intensificación de la colonización, sino también en el conflicto original entre dos sacralizaciones antagónicas de Jerusalén y Palestina". Que el Estado de Israel de hoy es producto de la conveniencia de las potencias aliadas tras la Segunda Guerra Mundial no es un secreto para nadie. En este sentido, ¿pueden ir de rositas, o dicho de otro modo, pueden tener conciencia tranquila los grandes Estados vencedores de la contienda que buscaron una solución para unos a costa de una amplia población instalada desde hace siglos en el territorio que se adjudicó a los nuevos colonos de 1948? ¿O las potencias y todos estamos atrapados en el laberinto más explosivo que podemos imaginar?
El viejo Edgar Morin, 102 años a sus espaldas, sabe de que va la Historia. "Siglos de antijudaísmo cristiano, más tarde de antisemitismo racista, y tres años de exterminio nazi han alimentado el mito sionista del retorno a la patria original, pese a que la tierra de Canaán estuvo poblada durante siglos por árabes que se volvieron musulmanes o cristianos y que Palestina nunca fue una tierra sin pueblo que esperara a su pueblo sin tierra. Los historiadores israelíes coinciden en que la ubicación del templo de Salomón en el lugar en el que se alza la mezquita de Al Aqsa es una leyenda, que el mito es una realidad más fuerte que la realidad y que se ha expresado reiteradamente la convicción de que Jerusalén es la capital única y eterna del Estado judío y de que Palestina es la patria eterna del pueblo judío. No menos mítico es el lugar sagrado de Al Aqsa desde donde, supuestamente, el Profeta subió al cielo para reunirse con Dios." Los mitos como excusa y escudo beneficiario de las eternas disputas. Por mucho que alardeen de sus creaciones culturales, probablemente las religiones monoteístas han alentado secularmente el conflicto, la violencia y la imposición del dominio. Siempre triunfantes allí donde han detentado poder omnímodo.
Recomiendo el artículo completo tomado de este medio, ya que El País no permite leer en abierto: