"En un lugar, en una galaxia muy poblada, hay un planeta como cualquier otro. Las criaturas de este mundo tienen cuatro miembros. Los dos inferiores les permiten moverse adelante y atrás, y los dos superiores les permiten matar. Hombre. Principal recurso: muerte. Viven por eso. Incluso mueren por eso." Así comienza una peliculita de 1964 dirigida por René Laloux sobre dibujos de Roland Topor, titulada Les temps morts. Versión ácida y aparentemente parcial, pero ¿alguien puede decir que están equivocados los autores con en esta interpretación? ¿No es acaso la muerte del hombre por el hombre una presencia en la Historia que algunos ensalzan cínicamente con la denominación de la épica? ¿No es la violencia y el daño una práctica ordinaria y axial en el transcurso y acontecer de eso llamado Humanidad? Pero no siempre el ser humano está matando y destruyendo, se podrá objetar. En un momento del film, la voz narradora se cuestiona: "¿Y qué hace un hombre cuando no está matando a otro hombre? ¡Mata todo lo que se le parece!" He ahí la respuesta a la objeción. He ahí la clave de una especie depredadora que parece asimilar su condición con la mayor naturalidad.
Mejor, pasar a ver la película. Al final cabe pensar: ¿qué fue de aquella pléyade de intelectuales y agotadores franceses que registraron libros y películas semejante a Les temps morts? Los dibujos de Topor, con ese eco de Goya, logra transmitirnos la frialdad de las relaciones humanas cuando estas se deslizan por el filo del mal.
Mejor, pasar a ver la película. Al final cabe pensar: ¿qué fue de aquella pléyade de intelectuales y agotadores franceses que registraron libros y películas semejante a Les temps morts? Los dibujos de Topor, con ese eco de Goya, logra transmitirnos la frialdad de las relaciones humanas cuando estas se deslizan por el filo del mal.