23.6.13

El reconocimiento en Tomás Segovia



















Vadear entre pasillos y anaqueles de una librería de viejo. Combate con los ácaros y con los ácidos que se han apropiado del papel. Nada de lo que allí reposa me es indiferente, pero siempre hay que elegir. Compro el libro  -ni barato ni caro-  de Tomás Segovia porque apenas tenía un par de poemarios suyos. También por el precio. Pero principalmente me lo llevo por una razón que no debería revelar si tuviera pudor: por el título. Acaso solo lo he adquirido por ese vocablo que me suena excelso. No es frecuente que tal término literario aparezca en comentarios críticos ordinarios. Menos en una conversación habitual. Repito una y otra vez su nombre sonoro: Anagnórisis. Que un poema largo  -una colección de ellos-  lleve ese sustantivo de claras resonancias del teatro clásico griego promete. Me intriga saber qué hay en un poema de reconocimiento, de descubrimiento, de reencuentro entre personajes. ¿Será sobre todo el cara a cara con el otro yo lo que se oculta? En ese sentido, todos los libros de poemas deberían llamarse Anagnórisis.