Leído en El País:
"Imagen ganadora del World Press Photo 2023. Traslado en camilla de Irina Kalinina, una mujer embarazada que resultó herida cuando estaba ingresada en el hospital materno infantil de la ciudad de Mariupol. El pasado 9 de marzo de 2022, las tropas rusas sitiaron y bombardearon la zona, y Maloletka captó el momento en que la víctima era trasladada en una camilla a otro centro médico. A punto de dar a luz en el momento del ataque, el bebé nació muerto y ella, de 32 años, falleció media hora después con la pelvis destrozada."
Lo curioso del caso es que la foto premiada -obra del ucraniano Evgeniy Maloletka- no va a ocupar la portada del Libro del año 2023, del concurso World Press Photo. ¿Temen una foto de portada que "hiere las sensibilidades"? Pues suena a hipocresía, aunque se justifique, ya que precisamente la acción de un fotógrafo en zona de guerra es levantar acta de la barbarie y tocar las sensibilidades. ¿Por qué no herir y entrar a saco en las sensibilidades de quienes no padecen? Si el espectador lejano se siente por ello herido, allá él y su blanca conciencia. Pero ni el espectador lejano ni el jurado de World Press Photo quedan a salvo de estar involucrados algún día en la sangre y el horror en sus propias carnes.
No he podido por menos que recordar un poema de Bertolt Brecht, de antes de la Segunda Guerra Mundial. Se titula:
La guerra que vendrá
No es la primera. Antes de ella
Hubo otras guerras. Cuando la última acabó
Hubo vencedores y vencidos.
Entre los vencidos los de abajo
Pasaron hambre. Entre los vencedores
Los de abajo pasaron hambre también.