“El hambre nunca se termina de quitar del todo". Carlos Giménez (Madrid, 1941), autor de cómics donde narra la intra historia de España como no se suele narrar. Más en concreto la de la posguerra hasta el presente. A los que no hemos conocido el hambre, aunque sí estrecheces o limitaciones de consumo, que se diría hoy, nos cuesta entender el significado del comentario del dibujante y narrador. Él padeció de niño necesidad y sobre todo mala alimentación, y quedarse con hambre, además de otras circunstancias de pasar por lugares siniestros de caridad, y por ello precisa: "Por ejemplo, tengo un aprecio muy sobrevalorado de la comida. Yo no tiro nada de comida. Se me ha quedado un trozo de filete y me dicen que lo tire. No. Lo guardo en la nevera, a lo mejor luego a la noche me lo tomo como aperitivo. Ese trozo de comida, para mí, mientras no esté podrida, sigue siendo comida válida. Mientras valga, soy incapaz de tirar comida. Si pierdo dinero, no sufro tanto como si pierdo comida. La comida tiene para mí un valor por encima del dinero que cuesta, es el valor de la persona que ha pasado hambre y que lo tiene grabado a fuego”.
En tiempos de derroche o no aprovechamiento muchos pueden pensar que lo que dice Giménez es una manía de señor mayor y de otro tiempo. Al leer su opinión he pensado en mi padre, que sí había conocido el hambre de la posguerra. "Fue peor la posguerra que los años anteriores", le escuché decir muchas veces a mi progenitor, y eso que él había salido malparado en la sangría 1936/1939. Y recuerdo perfectamente cómo no tiraba nunca el pan sobrante del día y se lo comía, duro pero sabroso como buen pan, al día siguiente.
¿Simbolismo solamente? No. Las heridas de la dureza de la vida siempre trazan líneas de conducta que permitan defenderse. Por lo que se ve, Carlos Giménez, autor único de verdaderos textos históricos representados en tebeo/cómic -Barrio, Paracuellos, Malos tiempos, entre lo fundamental de su obra- sabía de lo que hablaba. No echar en saco roto nunca esta clase de testimonios. Por lo que nos puede tocar.
Hemos tirado mucha comida pero he de admitir que desde el confinamiento aprendí a no tirar nada, mi hija salia y hacia la compra para su casa y la mía, y pensar que se la jugaba en la calle y volvía cargada me ayudó a ser cuidadosa y antes de abrir un bote pensar como gastaría el sobrante, y cosas así. Un abrazo
ResponderEliminarPues eso está muy bien. Nunca es tarde para controlarnos mejor y no despilfarrar. Incluso mejor quedarnos cortos, que se va mejor a la cama sin el buche repleto. Gracia, Ester.
EliminarPor la libertad de los autores, del cómics en especial
ResponderEliminarUn abrazo
Hemos tenido desde hace mucho un elenco de autores -ilustradores y guionistas- de lo mejorcico. Al fin y al cabo el tebeo fue herramienta de nuestros aprendizajes y nos dejó un poso sentimental enorme. A mí al menos.
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