Filósofo François Cheng en Cinco meditaciones sobre la belleza: "La bondad no se valora hoy en día." Sensación que flota en el ambiente. Virtud, y también efecto beneficioso, a reconquistar. ¿Acaso ha desaparecido? Cheng: "Mal entendida, se ve reducida a algo que molesta por su aspecto bonachón o sosaina." En un mundo de chulos, violentos, competidores, tontos y soberbios se desvaloriza todo aquello que expresa, por naturaleza, buenas intenciones. Continúa el pensador: "Dada nuestra condición de condenados de la tierra, habitados como estamos por el sufrimiento, el espanto, la monotonía de la fealdad cotidiana y los deseos constantemente desviados, preferimos exaltar, en lo que se refiere a la belleza, lo más perverso, lo más dramático." Pero ¿es que acaso lo que suscita necedad o está impregnado por la maldad puede ser hermoso? "El pesimismo, incluso el cinismo, están bien vistos; halagan más eficazmente nuestras necesidades de irrisión y de rebelión. Sin embargo, hay que tener el valor de volver a la bondad, la verdadera."
Uno sospecha que la clase de bondad que Cheng reivindica no es el sentimentalismo rosa, ni la bonhomía de la camaradería de bar, ni la exaltación de lo ingenuo por lo ingenuo. Tiene que haber algo más que defina la bondad. Y Cheng apunta: "Es exigencia misma, exigencia de justicia, de dignidad, de generosidad, de responsabilidad, de elevación hacia la pasión espiritual. Puesto que la vida humana está sembrada de adversidades, corroída por el mal, la generosidad exige compromisos cada vez más profundos; así, profundiza también su propia naturaleza y genera virtudes variadas como la simpatía, la empatía, la solidaridad, la compasión, la conmiseración, la misericordia." ¿Demasiadas propuestas? Reclamadas como una secuencia activa, cuyo orden es lo de menos, desmontan el etéreo sistema de vida de los ciudadanos del consumo. Pero no se trata de ser bondadoso para exhibirse y ser contemplado como parte de todo lo que hoy día se diluye, sino más bien como elemento de conocimiento interior y de forja de vínculos que reconquisten un sentido más personal de la vida social. Cheng: "Todas esas virtudes implican un don de uno mismo, y el don de uno mismo tiene el don de recordarnos, una vez más, que el advenimiento del universo y de la vida es un don inmenso. Ese don que cumple su promesa y que no traiciona es en sí una ética."
De alguna manera, es volver al principio: reconocernos en la fortuna del existir, en que estamos aquí porque la naturaleza plural ha querido y sigue queriendo, no obstante nuestro maltrato. Tanta violencia, degradación y actitud vital del sálvese quien pueda ¿no estarán motivadas por la pérdida de la referencia principal? La de que somo hijos del don.
Solo puedo decir que me ha emocionado hasta los tuétanos esta entrada.
ResponderEliminarGracias.
!Hola,Ariadna!
ResponderEliminarEstar completo ,que los dos mundos estén unidos el interior y el exterior.Si conseguimos desplazar toda la energía negativa de nuestra vida alcanzaremos esa paz de espíritu que tanto ansiamos.El camino para conseguirlo es más complicado,aunque creo que cuando los buenos son más buenos los malos sufren más,pero hay que aguantar las embestidas,eso es lo difícil en el mundo.
Te diría que me ha gustado y mentiría,me ha fascinado,es magnifico el post.Muchos besitos y buena semana,ariadna.
La bondad humana es un poco heredada y un mucho entrenada.
ResponderEliminarToda una reflexión...
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ResponderEliminarMagnífico post y magnífico Cheng. Os paso un enlace que escribí sobre otro libro suyo.
http://luisroca13.blogspot.com.es/2014/05/por-un-cosmopolitismo-intercultural.html
http://luisroca13.blogspot.com.es/2014/05/por-un-cosmopolitismo-intercultural.html
Vivimos dentro de un torbellino de infortunios, el sálvese quien pueda unido a la exaltación del cinismo y la contemplación del mal ajeno - y hasta del propio- como un suceso fortuito, le da una energía extra a la tragedia.
ResponderEliminarLa bondad se alza como una fuerza cósmica contra el torbellino; la ética de la regla de oro: no hagas a los otros aquello que ellos no quieren ( y no lo que tú no quieres) exige que nos veamos sin adornos, con voluntad de sobrepasar la vergüenza de ser buenos. Cheng vive de la raíz mística del que ha comprendido. La iluminación como militancia. ¿Quién es tan valiente para ser un bueno radical?
generalmente vemos como bondadoso aquel que nos beneficia de alguna forma....pero puede ser la de aquel que actúa en compromiso con su propia realidad sea cual sea
ResponderEliminarDiscrepo de una concepción heorica, santificada de la bondad.Prefiero la bondad cotidiana d elos seres imperfectos. Huyo de los santos y de los heroes. No creo que Cheng sea ni una cosa ni otra. Simplemente un humano que sabe potenciar su parte altruista.
ResponderEliminarcreo que lo que preocupa a Cheng en la lectura son la falta de valores y los valores trastocados de una sociedad que no sabe lo que es bueno o malo o no quiere pensar en eso
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