Christopher Cerf, compositor de la canción de la serie Barrio sésamo se sintió avergonzado cuando se enteró que la sintonía había sido utilizada para torturar a los presos islamistas de Guantánamo. "Cuando me ponían aquella música de manera distorsionada y a gran volumen no me oía ni lo que pensaba", escucho decir en un documental a un ex-preso que fue puesto en libertad sin cargos tras tres años preso. A raíz de aquello el compositor Cerf indagó sobre la utilización tradicional de la música por parte de los ejércitos en las guerras. La parte bonita de aquel tipo de música llamada patriótica o militar es que dio lugar a brillantes composiciones armónicas, independientemente de sus contenidos y de la exaltación de los valores nacionalistas y militares. No en vano muchos de los grandes y afamados compositores del XVIII y del XIX -sí, piénsese en Beethoven y en Strauss, por ejemplo- contribuyeron también a ella.
La parte oscura es cuando deriva la música en estridencia, ruidos y volúmenes que atraviesan los tímpanos o generan enorme y destructiva presión sobre otros hombres. Cuando forma parte de la guerra psicológica o de las torturas. Siempre nos parecía un inocente axioma aquello de: la música amansa a las fieras. ¿A qué fieras? Tal vez la realidad ha tornado la oración por pasiva y son ciertas fieras humanas las que maltratan y desequilibran a otros individuos. Christopher Cerf comenta críticamente "que si se utiliza la música para controlar el entorno del individuo y lo logra conseguirá quitarle su voluntad". Esta opinión es aplicable tanto para el enemigo como para los propios. Los soldados americanos en Afganistán o Irak escuchan en sus iPad sonidos fuertes y metálicos, de grupos como Drowning Pool, para abstraerse de todo tipo de sentimientos y luego disparar su adrenalina, que les haga mantener la tensión de sus acciones bélicas. ¿Hasta este extremo se llega que no parece siquiera que sea inicua la música? Siempre me pareció que las guerras son ante todo alienantes y aniquiladoras de todos los cerebros.
Los nazis les ponían música de Wagner a los prisioneros que iban a morir...por otro lado los prisioneros componían su propia música como parte de su rebeldía
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Esa tortura se practica, más allá de cárceles y campos, de manera global, ubicua e ininterrumpida. Se trata de anonadar al cerebro, de "engatusarlo" mediante un ininterrumpido coro de sirenas proyectado desde todos los medios con cualquier pretexto publicitario o no. Lo que oímos en la sala de espera del dentista, en el teléfono, en los trenes, en la radio, en los bares y demás locales públicos, eso que llaman "música ambiental", ya no es música, sino el silbar bífido de una lengua anestésica lamiendo nuestros torturados tímpanos.
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