11.3.21

Se habla pero no se escucha. Josep Maria Esquirol reflexiona

 



"Solo habrá habla verdadera cuando hayamos escuchado y hoy nadie escucha". Lo dice el filósofo Josep Maria Esquirol y tengo la sensación de que me lo dice mi voz interior. No solo es cuestión de ruido, también de ausencia de receptividad. Esquirol: "Se habla pero no se escucha; escuchar va a la baja; ahora solo somos sumatorios de monólogos cuando uno solo puede responder si es escuchado; hoy hay más monólogos superpuestos que diálogos". Y pienso: si no escuchamos ¿con qué valor podemos exponer lo que pensamos? ¿No somos propensos más bien a imponernos, sin modificar un ápice las cuatro pobres ideas que tengamos? 

Podemos justificarnos con el rimo acumulativo y vertiginoso que llevamos, con el estrés del que hacemos gala, en parte como excusa de nuestra cerrazón. "La inmediatez y la precipitación del mundo actual -opina el filósofo- no facilitan nada porque para que haya escucha del otro ha de haber paciencia". La clave del díálogo en nuestros días pasa por la paciencia nada menos. Quién lo iba a decir. Aunque opino que debe transcurrir también por la templanza y por la prudencia. Con respeto y actitud asertiva. Porque dialogar implica sobre todo atender la opinión ajena aunque no se comparta en ese momento. En cambio, ¿qué sucede hoy cuando nos encontramos con los otros? "Dejamos que acaben de hablar, sí, pero solo para decir lo nuestro". No nos extrañemos luego que si la conversación de cercanía es discurso entre ajenos ocurra lo que ocurre en el plano político, donde los intereses se proyectan ignorándose entre bandos, salvo que haya un tipo de rendición incondicional por una de las partes. 

Cada vez me convenzo más de que el desacuerdo en las esferas políticas no son sustancialmente diferentes a las que tenemos los ciudadanos ordinarios entre nosotros. Al fin y al cabo, los que buscan la representación pública son nuestro reflejo. Imagen de nuestras limitaciones e incapacidades. ¿Cómo romper el esquema? Tal vez recurriendo a pensar y conversar en torno a los temas profundos de la vida humana, y no solo a lo inmediato, tan efímero como en tantas ocasiones subalterno. 



10 comentarios:

  1. "...hoy hay más monólogos superpuestos que diálogos".

    Cuán cierto. Paradójicamente, a medida que se incrementan los medios, disminuye la comunicación.

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    1. La comunicación está en entredicho. Se ha reducido. Llamamos comunicación al hecho formal de encontrarnos, vocear, contar anécdotas y citar los lamentables ejemplos de programas televisivos, por ejemplo. Pero habría que llamar a todo eso de otro modo.

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  2. Muy buena reflexión, de plena actualidad. Es de lo que adolecen nuestros políticos. Cada uno con su discurso panfletario, haciendo oídos sordos a los otros.ªMonólogos superpuestosª, dices, en una perfecta definición.

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    1. No solo los políticos adolecen de ello, Fany. Somos nosotros, lo veo en nuestro entorno, hablamos y hablamos para contar nuestro rollo y el otro hace lo mismo y al final ni nos hemos escuchado prácticamente. Si a eso le sumas que lo mediático lo interfiere todo y nos abandonamos en sus brazos la superposición de monólogos está servida. Buena tarde.

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  3. En efecto. Cuando escuchas hablar a los políticos -y a otras muchas personas- no percibes sino monólogos. No debaten, sino exponen. Imponen sus mensajes. Ninguno de los partidos trata de convencer a los otros, con argumentos, sino de imponer sus criterios como si fueran infalibles. y encima, la mas de las veces, sin respetarse para nada, y con descalificaciones e insultos. Un buen ejemplo, para los votantes... Saludos soleados.

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    1. Pues en la vida ordinaria yo percibo algo parecido. No tienen o tenemos el poder de los políticos pero sí el poder del voto. Y luego pasa lo que pasa. Si sumas que no hay tradición de cultura política y escasa de democracia se puede decir que el suelo hispano está minado. Y no discutas a los que siempre tuvieron poder que el territorio compartido no es su finca. Nunca lo han aceptado. Vaya cruz.

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  4. Es que quizás hay que aprender que la escucha es atención sobre lo que dice el que tienes delante. Atención respetuosa para construir un diálogo basado en un debate argumentado, no desde la certeza, sino desde la duda y, sobre todo, sin la intención de ganar adeptos a la propia causa.

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    1. Te doy la razón. Pero temo que no se busca aproximación siquiera. Parece que domina solo la defensa a cualquier precio de la propia causa. Siguen pasando cosas en la res publica verdaderamente vergonzosas.

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  5. Aprender a escuchar. Algo que nos deberían enseñar nuestros padres y profesores. Después practicarlo con amigos y parejas, en la Universidad, en el trabajo, en los grupos sociales.

    Sin este aprendizaje la vida en el planeta es un infierno.

    Un abrazo

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    1. Pero no nos han enseñado y no sé si ambos rectores enseñan hoy día. Tengo dudas. Muchos aprendemos un poco a escuchar sobre la marcha, en medio del marasmo. No hay enseñanza. Hay aprendizaje circunstancial según vamos andando el camino. De todos modos no hay por qué escucharlo todo. Pues mucho de lo que se habla solo es ruido, vocerío, escándalo, cuando no caos. Relajémonos, Ana, no hay por qué conceder al infierno más territorio del que se supone que puede haber. Precisamente, ya que nombras amigos, universidad, trabajo o grupos varios, te diré que un cierto cuidado en escuchar lo aprendí sobre lo minoritario. En todos esos ámbitos, pero no es asignatura presencial. Es más bien opción personal. Se puede lograr.

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