Modesto librero neoyorquino Michael Seidenberg, en El País Semanal: "Mis mejores clientes son los regulares, los que vienen cada semana, alumnos de la universidad que compran con el dinero de sus padres, después se independizan y se quedan sin un centavo, pero siguen viniendo, por supuesto para charlar sobre libros y beber gratis. Son la nueva bohemia." Supongo que ha habido bohemias más letradas que otras, sin que se garantice la imaginación y el placer más en quien ha sido lector compulsivo que en quien no. Pero Seidenberg avanza una observación interesante: "Entre ellos comienzo a detectar jóvenes que no tienen un vínculo fetichista con el libro, que no aman los libros, sino las palabras." ¿Rebajamiento propio de tiempos líquidos o recuperación de tradiciones perdidas? Las palabras se han materializado a través de los libros y gracias al libro se han ensayado formas expresivas variadas, incluso las que han ido más allá del simple corsé opcional de poesía y prosa. Pero las palabras ya configuraban historias a través de la tradición oral más ancestral: mitos, leyendas, fabulaciones transmitidos verbalmente que hacían, deshacían y rehacían las historias adaptándolas a cada tiempo. ¿Irán por ahí esos jóvenes que dicen amar más las palabras que el libro fetiche? ¿O prescinden del fetichismo propio de poseer el libro, seguir fieles a un autor o permanecer obsesivos con un género para desnudar las palabras en sí mismas y amarlas de otra manera más libre? El librero puntualiza sobre los jóvenes que frecuentan su tienda con algo que va más allá: "Bueno, también se aman entre ellos".
Fotografía de Elizabeth Crawford
de tiempos líquidos... esta es el arjé (principio rector) de ZYGMUNT BAUMAN... Un filósofo que no puede uno dejar de leer.
ResponderEliminarSalut
Creo que ainada observación la de Seidenberg, la de una perspectiva amplia de las cosas que paradójicamente debería obtener todo amante de los libros.
ResponderEliminarMuy interesante...
[...] en Nueva York, una noche buena [...]
ResponderEliminarNo podía ser en otro lugar. La clarividencia tiene nombre de desprejuicio.
Un verdadero librero que conoce su mercado....
ResponderEliminarSaludos