"No hay amores malditos", decía un verso de Parábola, un poema de Félix Grande en Las rubáiyátas de Horacio Martín. Todo es posible. Si amor y maldición son términos antitéticos va bien. Pero si sigues el resto del poema:
"No hay amores malditos
Hay podre leyes usos
error espanto astucia
impotencias normas mentira
angustia doma compraventa
cobardía y calamidad
No hay amores malditos"
entonces puedes deducir que solo son las dos caras de una moneda. O una implicación o una complicación o el riesgo añadido. Cuando no llega, para el que no llega, el amor siempre es una bendición. Porque todo lo deseado tal vez sea bendito (a priori) Para el que lo posee pero le sale quebradizo y de incierto futuro, también es objeto de invocación. Al fin y al cabo, ¿no es el amor una plegaria sobre lo que no se tiene o no se desea perder?
Fotografía de Patxi Cascante
El interrogante final es la perfecta definición del amor: una oración que nos acompaña toda la vida.
ResponderEliminarAprendemos y desaprendemos del amor, no es una línea recta. Saludos.
ResponderEliminarCom allibera aquest poema, i les teves reflexions.
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