28.10.13

Miopías












Hablando de su infancia Walter Benjamin: "El médico encontró que yo era miope. Y me recetó no solo unas gafas, sino también un pupitre." Qué inversa es la vida de los seres humanos. A otros fue el pupitre el que les trajo las gafas porque a su vez les había traído la miopía. Fue el pupitre y las miradas cortas y las luces mortecinas y los pisos estrechos y la vida cerrada y los horizontes escasos y los silencios abundantes. Y aquellas nieblas con que se cerraban los días y con las que uno se despertaba. Como si toda la ciudad viviera inmersa en una niebla inacabable.



3 comentarios:

  1. A veces ni las gafas ayudan para la miopía, cuando se tiene miopía del alma, cuando nos empeñamos en no ver... Gran reflexión. Saludos!!

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  2. Las nieblas, en una porción no abusiva, como ocurre allá por la ciudad del Pisuerga, siempre me han calmado. Y sé porqué. Silencian, atomizan la vista de lo sucio. Muchos lugares degradados los días de niebla se realzan. En las nieblas cerradas uno no va más allá: acota lo preciso, intuye.
    En tren la cosa cambia, conduciendo un coche hay que esquivar el romanticismo. Las noches en que yo conducía por las tierras de mi Segovia, por las comarcales aún sin pintar, son para no echar al olvido: los sentidos y la memoria del lugar son perfectos aliados. Yo no soy miope.

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