"A partir de entonces, ese recuerdo de León fue como el centro de su hastío; chisporroteaba con más fuerza que, en la estepa rusa, la hoguera de unos viajeros abandonada en la nieve. Emma se abalanzaba hacia ella, se acurrucaba junto a ella, espabilaba con mimo ese fuego a punto de extinguirse, iba a buscar en lo que la rodeaba cuanto pudiera avivarlo más; y las reminiscencias más remotas y también las ocasiones más inmediatas, lo que sentía y lo que imaginaba, las ansias de voluptuosidad que iban a la desbandada, los proyectos de dicha que crujían en el viento como ramas secas, la virtud estéril, las esperanzas derruidas, el mantillo doméstico, lo recogía todo y lo utilizaba todo para que no se enfriara la tristeza".
Conclusión: cuando uno, quienquiera que sea, escribe de este modo, tal como lo hizo Gustave Flaubert en Madame Bovary, que ahora otros traducen La señora Bovary, no sé si por moda de los tiempos o por adaptación más lineal y correcta al castellano, puede decirse que merece ser leído con completo interés. No solo o tanto por seguir un argumento sino por disfrutar del engarce de cada frase, de su sintaxis, del perfil que dibuja de uno o varios personajes, situaciones o paisajes. En un solo párrafo ya nos inquieta el suceso intimo, amargo, quebradizo e incierto de la esposa de Charles Bovary. Y eso a uno le maravilla.
NB. Con la confianza que me otorga la traducción de María Teresa Gallego Urrutia en la edición de Editorial Alba.
Realmente es que engancha la narrativa, no sólo la trama.
ResponderEliminarGracias por compartir. Un brazo
Es un clásico, siempre a salvo.
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