Cuento breve de Wolfgang Borchert, recogido en su Historias de un libro de lecturas:
"Había una vez dos seres humanos. Cuando cumplieron los dos años de edad, se pegaban con las manos.
Cuando cumplieron doce, se pegaban con palos y se tiraban piedras.
Cuando cumplieron veintidós, se disparaban con fusiles.
Cuando cumplieron cuarenta y dos, se tiraban bombas.
Cuando cumplieron sesenta y dos, usaron bacterias.
Cuando cumplieron ochenta y dos, murieron. Fueron enterrados uno al lado del otro.
Pasados cien años, una lombriz que atravesó las dos tumbas no notó que allí estuvieran enterrados dos seres humanos diferentes."
Visto cómo anda el mundo en estos días, uno se pregunta si el cuento nada ficticio del sufridor Wolfgang Borchert sirve para algo. Que cada cual saque sus conclusiones. Personalmente pienso que no aprendemos nada. ¿Cómo será el mundo de las lombrices?
Y no solo no aprendemos, sino que perfeccionamos nuestra estupidez y crueldad hasta el infinito. Mucho mejor haber nacido lombrices de tierra, tan útiles para la tierra y quizás contentas de la brevedad de su tiempo vital.
ResponderEliminarQué desperdicio de evolución humana si todo concluye siempre con una guerra -o varias-.
Muy apropiado...
ResponderEliminarLa evolución se detuvo o quizá nunca se puso en marcha, repetimos los errores y es que somos iguales los unos a los otros. Las lombrices no me gustan. Saltibrincos
ResponderEliminarLos gusanos que recorren las tumbas de los amantes de Teruel tampoco notan nada distinto, Salvo los que se alimentan de sus corazones. Lombrices afortunadas convertidas en luciérnagas de amor.
ResponderEliminar